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Alguien debería coger el toro por los cuernos ante la masificación en el Everest. Pero, ¿quién es ese alguien? ¿El gobierno nepalí?, ¿Las agencias de ... trekking? ¿Ambos? A saber.
No puede ser que año tras año ocurra esta sucesión de muertes. Aludiendo a la magnífica campaña de Antena 3 contra los accidentes de tráfico, alguien debería ponerle freno a esta sangría mortal. Todos los años más de lo mismo. Es como volver a escribir la historia de una muerte anunciada. De muchas muertes. De récord de muertes esta primavera en el Everest.
Increíbles, espeluznantes, impresionantes y un sin fin de adjetivos más, las imágenes que en redes sociales hemos visto, una vez más esta primavera, con las colas de decenas de ¿alpinistas? para subir por unas escaleras de aluminio instaladas en la ascensión al Everest y superar tramos más o menos complicados con el objetivo de ganar metros hacia la consecución de la cima, por lo que han pagado una gran cantidad de dinero. Unas colas terribles de gente que, pasando frío, congelándose, se agolpa en medio de la nieve y el hielo glaciar, con lo que eso conlleva de esperas interminables y hasta mortales.
¡Maldita masificación! Este año, ya lo contábamos aquí, se han batido todos los récords de concesiones de permisos para acceder al Everest, engordando el gobierno nepalí sus arcas con cinco millones de dólares, sin importarle las consecuencias de contribuir a esa masificación. Y, consecuentemente, sabido era, las muertes han ido en consonancia estableciéndose otro récord, el triste récord de superar los fallecimientos esta temporada de primavera en el Everest, en número de diecisiete.
Es que, como se suele decir, estaba cantado. Así de sencillo. Así de drástico. Así de terrible. Así de real. Y así lo escribíamos en la columna semanas atrás con este titular tan sencillo como alarmante, 'Invasión en el techo del mundo'.
Alguien debe acabar con esto. Estas 17 muertes en diferentes circunstancias, en diferentes alturas, en diferentes casuísticas debería hacer meditar a ese alguien. La inexperiencia o ir más allá de lo que sus cuerpos aguanten exponiéndolos a altitudes a las que no están acostumbrados ni aclimatados, son dos de las principales causas por las que acaban exhaustos e irremediablemente les sorprende la muerte.
Tras la pandemia y reanudación de la actividad en el Everest, en 2021 hubo cinco fallecimientos, en 2022 únicamente tres. ¿Qué ha pasado este 2023 para que haya habido 17 muertes? Indudablemente la culpa de todo ello la tiene la masificación de la que nadie ha sabido darse cuenta, o no ha querido cerciorarse para no perjudicar sus ingresos, concediendo un exceso de permisos que ha batido el récord con un total de 478, que producto de ello las consecuencias iban a ser las que han sido, terribles.
¿Quién concede los permisos de ascensión al Everest? El gobierno de Nepal, ¿no? Pues este es ese alguien que debería poner freno a estas muertes anunciadas, regulando las concesiones de permisos, exigiendo cierta experiencia contrastada a quien se aventura a participar en una expedición comercial para que 'suban' al cliente al techo del mundo;o haciendo qué sé yo qué, pero algo para parar esta matanza anual, con esas, como decimos, muertes anunciadas que se dan en uno de los paraísos naturales de montaña más bellos de la Tierra, el Himalaya.
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