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Ruta por Ata, el valle de las piedras encantadas
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Aralar cuenta con este precioso rincón entre cimas y bosques que alberga restos de poblados, dólmenes y la piedra de RoldánEntre bosques de árboles milenarios, montes de piedra caliza, monumentos megalíticos y zonas de pasto se encuentra uno de los rincones más encantados de Navarra, el valle de Ata. Encantados porque la energía que se siente al pasear por sus senderos transmite mucha paz, tranquilidad, misterio... Energía de la buena mientras un imperioso silencio nos rodea, roto únicamente por el canto de algún pájaro que aprovechando la soleada pero ventosa jornada de otoño nos sitúa en este precioso rincón y nos recuerda que pertenecemos al mundanal universo de los humanos.
En el prado de Ata, situado en la sierra de Aralar, se halla una peña llamada Errolan harria, 'la piedra de Roldán'. Es una piedra alta, de tres metros, metida parcialmente en el suelo. Queda recogido en la enciclopedia Auñamendi que sobre dicha piedra «algunos piensan que se trata de un menhir. Tiene figura antropomorfa un tanto imprecisa, razón por la cual y porque se halla en una región dolménica y posiblemente relacionada con los dólmenes vecinos, ha sido considerada como estatua funeraria y primer eslabón en la cadena evolutiva de las estelas discoidales de Vasconia. Se cuenta en el pueblo que fue lanzada por Roldán contra el pueblo de Madotz desde el alto de San Miguel de Excelsis; pero, habiéndosele enredado la ropa en el brazo, solo pudo darle impulso bastante para salvar la mitad de la distancia que le separaba de aquel pueblo. La piedra cayó, pues, en el valle de Ata».
La piedra de Roldán, que se encuentra en tierras que pertenecen al municipio navarro de Uharte Arakil, en una de sus caras, tiene seis surcos que parecen artificiales y que son tenidos como impresiones de los dedos de Roldán. El misterio en torno a la piedra de Roldan se extiende por diferentes municipios. Cuentan que «en el paraje de Belarzinketa, situado en el monte Aritz de Leitza, existe una sima llamada Errolanleizea, 'la sima de Roldán', cuya entrada, estrecha y prolongada en dirección SW.NE., se halla tapada con una piedra caliza que mide 2,80 metros de largura, 0,40 de anchura y otro tanto de espesor. Dicen de esta piedra que Roldán la lanzó desde el valle de Lei-tzaran con la intención de alcanzar con ella el santuario de San Miguel, situado en Aralar. Pero se le rompió la honda en el momento de lanzar el peñasco y no pudo este llegar a su término: cayó justamente sobre la boca de la mencionada sima, donde continúa todavía». Piedras como la de Ata, que se asemejan a los menhires, existen en otras zonas dolménicas vascas, como la de Supitaitz, o Suspentaitz, del lado occidental de Aralar (término de Oiduegi), la de Legaire (sierra de Entzia), la llamada Iruñarri en el monte de Eratsun, cerca de Ezkurra; la del alto de Gorospil sobre Itxassou; la del collado de Meatse por el lado de Bidarray, y las de Eihartze y de Zaho en los confines del valle de Baztan y del de Baigorri. Existen otras piedras también lanzadas por Roldán, en los montes de Ligi y de Etxebarre, en el barranco de Atekaitz, justamente en el camino que va de Itxasu al barrio Laxaga y en St. Just, que fue lanzada desde la montaña de Beltxu y llegó a Arrolla, donde está ahora.
o: Para acceder hasta Madots debemos acercarnos hasta Lekunberri por la A-15 y después seguir la carretera NA-7500.
Horario: El paseo desde Madotz ronda las dos horas y media. Muy interesante para conocer la historia que rodea al valle. En el camino se encuentra alguna sima. Cuidado.
Distancia 12,5km
Desnivel positivo 279 m
Severidad del medio 3
Dificultad orientación 4
Dificultad del terreno 3
Esfuerzo necesario 3
Fuera como fuese, está claro que los antiguos habitantes de Aralar y los valles navarros que le rodean estaban estrechamente unidos a las piedras y las tierras que ocupaban y les suministraban un lugar donde situar sus poblados, enterrar a sus muertos o alimento.
Además de los monumentos megalíticos como el dolmen de Armendiaga, Atalde, Ata, entre otros, a 900 metros de altitud, se encuentran los restos del poblado medieval de Agiri. Pedro Arrese, un profesor de historia navarro, ha dirigido trabajos de recuperación en la zona y aunque poco se sabe sobre el origen del poblado, su final se sitúa en 1359, cuando, junto con otros habitantes de otras poblaciones, los vecinos de Agiri se agruparon en Uharte Arakil. Está registrado que «en 1350 había 13 fuegos o viviendas habitadas. Pero fue mayor, ya que no se puede olvidar la epidemia de peste negra de 1348 y las distintas hambrunas de las que vino precedida, que solo en el valle de la Burunda bien pudieron reducir la población en un 40%», recoge algunos estudios.
Fuentes consultadas destacan que «Agiri o Agiregi era una de las poblaciones que junto a Argindoain, Amurgin, Etxabe, Mustillano, Blastegi, Ilardia, Mendikoa, Epeloa, Gatizano y Urruzegi se integraron en Uharte Arakil en 1359 por razones defensivas a instancias del infante Don Luis de Navarra, que gobernó el viejo reino como lugarteniente durante la ausencia de su hermano, el rey Carlos II, entre 1351 y 1361 la ausencia de su hermano, el rey Carlos II, entre 1351 y 1361».
Muy cerca de Lekunberri se encuentra el concejo de Madotz. Sus enormes caseros rezuman historia en sus grandes escudos que destacan en sus fachadas, y nos recuerdan la valentía de aquellos hombres y mujeres que los poblaron y siguen manteniéndolos en pie. Siguiendo las marcas blancas y rojas nos adentramos por caminos que transcurren por bosques con espectaculares robles, hayas y numerosos espinos, avellanos y otros árboles que conforman la enorme mancha arbórea de esta zona navarra de la sierra de Aralar.
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Seguimos las marcas que nos conducen por senderos muy marcados por el paso de los senderistas hasta llegar a una zona boscosa en la que se nos indica que se encontraba el poblado de Agiri. Incluso sobre un abrevadero, entre los enormes troncos caídos de diferentes árboles nos encontramos con una fuente, sobre la que se sitúan los restos de una edificación en lo que es conocido como la zona de asentamiento del poblado navarro.
Siguiendo las marcas rojas que nos adentran por un camino abierto entre una zona de rocas, avanzamos teniendo siempre una magnífica imagen del monte Artxueta y, a sus pies, el santuario de San Miguel de Aralar. En frente, desde diversos puntos podemos ubicar Beriarin con toda su línea de sierra, impresionante bajo un azul precioso que nos hace disfrutar de la estampa mientras el viento sur nos azota con ganas. Hegoi sigue demostrándonos su fortaleza a pesar de que la primera nevada ya ha pintado de blanco las cumbres navarras más altas.
De manera tranquila ascendemos hasta superar los 1.000 metros de altitud. Sin gran esfuerzo, abducidos por la belleza natural del entorno, llegamos al valle de Ata. El verde de sus pastos destaca ante el marrón, rojo y ocre de las hojas que mudan sus colorantes antes de que llegue el frío invierno que registra bajas temperaturas en la zona.
Seguimos el camino hasta adentrarnos en un nuevo bosque en el que seguimos el camino que nos acercará hasta Madotz. Un sencillo sendero que guarda el rastro de numerosos senderistas que han disfrutado del paseo, antes que nosotras. Una vez en Madotz, solo nos queda repasar las imágenes de este bonito rincón navarro.
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Mateo Balín y Sara I. Belled (gráficos)
Mikel Calvo e Izania Ollo (Gráficos) | San Sebastián
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