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En lo tocante a criaturas mágicas (ninguna de las cuales, que se sepa, ha sido tocada salvo en efigie), un elfo es casi cualquier cosa. ... Son diferentes en las distintas tradiciones folclóricas. No son iguales en 'Harry Potter'o en 'El señor de los anillos'. Pero, además, el mercado todopoderoso los ha convertido en agentes de ventas y producto de moda, añadiendo nuevos especímenes al surtido élfico general.
Dejemos de lado otras figuras más nobles o más siniestras del abigarrado e inquietante mundo feérico. Este que nos persigue y atosiga ahora es el elfo de Navidad. Es la maldición de las familias con niños. Es la cosa que te observa junto a la caja del supermercado. Vas al bar, y ahí está, en un estante, entre la botella de bourbon y la de ginebra. Nació en el siglo XIX por el método de injertar una criatura pagana en una celebración cristiana. Louise May Alcott escribió 'Elfos navideños'. Los elfos le sirvieron para vender libros. Ahora los libros sirven para vender elfos. Si quieres el auténtico Elfo Explorador con certificado oficial de adopción, libro con sus aventuras y caja de recuerdos, son 35 pavos. En Ali Express hay elfos traviesos por dos o tres euros. Las hermanas Christa Bell y Chanda Pitts escribieron en 2005 'Elf on the Shelf'. Ahí empezaron a difundir la tradición familiar, la que inventó su madre en los años 70. Con el libro venía un pequeño muñeco. El elfo de las hermanas americanas ha tenido un éxito como solo los productos americanos pueden conseguir. Ha conocido versiones, imitaciones y copias. Los británicos han fabricado el suyo propio, pero en Cefatoys, que ha pagado por la exclusiva para España, aseguran enérgicamente que nada es comparable a la experiencia original del elfo original.
El mercado vende experiencias y la experiencia del mercado va camino de serlo todo. Nuestro elfo navideño es el terror de los padres, obligados a comprarlo para que sus hijos no se queden fuera del grupo que vive el juego con fanatismo infantil. Los padres viven el adviento bajo el estrés de conseguir que el muñeco amanezca cada día en actitud distinta y en sitio diferente. Eso no es lo peor. Adopta un elfo de las hermanas Aebersold (por su apellido de solteras) y has metido en casa un espía, un soplón que cada noche corre al Polo Norte a chivarse a Santa Claus. mientras él hace lo que viene en gana, subiéndose a las lámparas o metiéndose en el frigorífico para comerse el mousse de chocolate (al menos es lo que dice Homer Simpson). Este elfo tan modoso y repeinado (el británico no, tiene carita de 'hooligan') es como un Gran Hermano diminuto y con calzas. Siguiendo las reglas de su juego, los niños viven una extraordinaria experiencia de manipulación, pero, al fin y al cabo, poca cosa si se compara con lo que les entra por el móvil.
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