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Dos anécdotas definen muy bien la personalidad de Clint Eastwood, el último superviviente ya del Hollywood clásico, que al mismo tiempo es un cineasta de ... una modernidad incontestable. En 1964, un mediocre actor de una serie del Oeste americana aceptó la oferta de un puñado de italianos locos para rodar 'Por un puñado de dólares' en España. James Coburn y Charles Bronson habían rechazado el papel por miedo al impago, pero Eastwood arriesgó y se convirtió en una estrella en Europa que seguía sin trabajo en EE UU. El futuro productor Andrés Vicente Gómez fue el encargado de recogerle en Barajas, atenderle y pagarle las dietas. Treinta años después, se reencontraron en una fiesta en Los Ángeles organizada por Sony para promocionar la oscarizada 'Belle Epoque'. Y Eastwood se acordaba de él.
Segunda anécdota. Francisco Reyero cuenta en su libro sobre el mito una visita a Carmel, el pueblo de postal a 500 kilómetros de Los Ángeles en el que siempre ha vivido y del que fue alcalde del 86 al 88 después de que el Ayuntamiento le obligara a reformar uno de sus restaurantes. Los encargados de la gasolinera local le contaron que su vecino más ilustre es tan testarudo que siempre se coloca en el último carril y no permite que nadie le sirva la gasolina: se la pone él. El novelista Bruce Jay Friedman cuenta que si en una conversación saliera el nombre de Heidegger, Eastwood no preguntaría quién es, sino que apuntaría el nombre para, al día siguiente, buscar un libro suyo en la biblioteca.
Lo alucinante no es que este sábado cumpla 95 años, sino que desde que hizo los 90 ha dirigido tres peliculones: 'Richard Jewell', 'Cry Macho' y 'Jurado nº 2', una intriga judicial estrenada el año pasado, narrada con mano maestra, que habla de dilemas morales y errores del pasado que siempre nos acompañan y con la que su autor muestra su desilusión ante un sistema que no funciona. Si hacemos caso a su hijo Scott, el secreto de su longevidad reside en que no come por placer (desayuna salmón con arroz integral) y nunca ha renunciado al ejercicio físico: a los 14 años ya le enseñó a su vástago a levantar pesas. Tom Hanks, que se puso a sus órdenes en 'Sully', cuenta que el director no grita '¡acción!' en los rodajes: cuando rodaba series del Oeste en los 50 se percató de que los caballos se desbocaban al escuchar la orden.
El Hombre sin Nombre, Harry el Sucio, Will Muny en 'Sin perdón' arrastra un aura de 'auctoritas', control, tenacidad e independencia sin parangón en Hollywood. Como define Ian Nathan en su volumen sobre el actor, Eastwood es «la conciencia de Hollywood, el patrón por el que se juzga a los demás cineastas». No es un intelectual. La crítica le venera y al mismo tiempo es inmensamente popular. El enigmático cowboy, el policía sin ley nunca ha aceptado tonterías como las proyecciones de prueba. «Si tanto les interesa la opinión de un dependiente de una tienda de comestibles, que lo contraten para hacer la película», soltó una vez el dueño de Malpaso, la productora con carta blanca en Warner.
En 'Regreso al futuro III', cuando Marty McFly es transportado al Far West adopta el nombre de Clint Eastwood (pidieron permiso para el chiste). Qué habrá sido del ejecutivo de Universal, que a comienzos de los 50 aconsejó a aquel actor novato que desistiera de hacer carrera en el cine, ya que poseía una nuez demasiado pronunciada que le restaba fotogenia. Su biógrafo Patrick McGilligan asegura que el actor empezó a fabricarse su personaje desde muy joven. Nacido en San Francisco en 1930, Eastwood creció en plena época de la Gran Depresión, con unos padres jornaleros que trabajaban allá donde el hambre les llevara. Consciente de su atractivo físico desde muy joven, en el instituto no le interesaban los deportes ni las clases de teatro, sino «los coches veloces y las mujeres fáciles», según confesión propia.
Su trabajo como monitor de natación en una base del Ejército le libró de la guerra de Corea. Su planta le sirvió para ser contratado como figurante y pronto encontró trabajo en cintas de terror y de la mula Francis. La serie del Oeste 'Rawhide' fue, tras siete años, su pasaporte a Almería para rodar la trilogía de spaguetti westerns de Sergio Leone. El director italiano no tenía en mucha estima sus dotes interpretativas: «Se mueve como un sonámbulo entre explosiones».
La suya ha sido una lucha por subvertir una imagen forjada de manera consciente a través de fábulas filofascistas para revelarse como un inesperado depositario de las esencias del buen cine, concebido desde la libertad y la ausencia de horizontes comerciales. «No dejaré que ocho millones de consumidores de palomitas me digan qué debo hacer», aseveraba su personaje de 'Cazador blanco, corazón negro', un trasunto de John Huston. Hace cincuenta años, nadie podía prever que Harry el Sucio acabaría convirtiéndose en un icono pop en camisetas. El personaje que más ha marcado su imagen reaccionaria y machista provocó una extraordinaria polémica en su tiempo. Enfureció a los sectores liberales, que lo acusaron de reaccionario en una época en la que el país bullía de reivindicaciones por los derechos civiles. El protagonista se enfrenta al alcalde de la ciudad, sus superiores y los jueces, que le acusan de violar los derechos constitucionales del detenido con sus métodos violentos. Pero, al final, será el único que puede acabar con el lunático en una caza humana despiadada. Hubo quienes contemplaban en Harry el Sucio a un justiciero que materializaba una fantasía fascista y quienes le alababan por ser un individualista que en la lucha por sus convicciones se enfrentaba al sistema.
El cínico «vamos, alégrame el día» con el que el policía Harry Callahan encañonaba a sus detenidos dio paso al desencanto en ese western sombrío y reflexivo que es 'Sin perdón', la película que en 1992 le consagró como gran autor y le brindó los Oscar al mejor director y mejor película (tiene otros dos en las mismas categorías por 'Million Dollar Baby'). Visión alegórica de la América en crisis de George Bush padre, 'Sin perdón' presentaba a un asesino regenerado fiel al recuerdo de su esposa muerta y a la decencia que esta le inculcó. Un pistolero que cuida cerdos y que sufre cuando tiene que volver a apretar el gatillo: «Cuando matas a un hombre no sólo le quitas lo que es, sino lo que podía haber sido», reflexionaba el atormentado Bill Munny.
Como actor,el protagonista de 'El sargento de hierro' no ha sido particularmente dúctil, aunque siempre sacó provecho de su presencia magnética. Si había poco diálogo, como en su trilogía de spaguetti westerns o en la piel del lacónico Harry el Sucio, mejor que mejor. Aquella elegante economía expresiva acabó comunicándola a su trabajo como director. «Parece que no hace nada y lo hace todo, controlando todo y a todos», dijo de él una vez Richard Burton. Demasiado individualista como para confiar excesivamente en el sistema, el autor de 'Bird' y 'Mystic River' siempre se ha movido fuera de Hollywood, en un espacio geográfico delimitado por la península de Monterrey y la bahía de San Francisco.
Malpaso Road, la carretera que se dirige a los acantilados y bosques del Big Sur, da nombre desde 1967 a la productora de este amante del jazz y estimable compositor. Todos sus filmes se estrenan bajo el paraguas de la Warner, en cuyo avión privado se desplaza una estrella que, exceptuando el Festival de Cannes, jamás ha venido a Europa de promoción. Antes de él, solo Burt Lancaster y John Wayne se habían atrevido a fundar productora propia para reducir presupuestos y llevar el control de su carrera. Rápido y seguro rodando, sus filmes nunca arrasan en su país, pero siempre se amortizan en una Europa que le rinde pleitesía. Cuando el presidente francés Sarkozy le impuso la Legión de Honor en 2009 bromeó desde su 1,66 de altura (Eastwood mide 1,93): «Hay una parte de usted que me molesta un poco. ¿Cómo lo hace para conservarse tan bien?».
Padre de ocho hijos de seis madres diferentes, la vida sentimental del mito se llena de sombras si atendemos a las biografías que le retratan como un donjuán compulsivo que se ha acostado con miles de mujeres y ha dado a sus parejas el papel de prostitutas en sus películas. La actriz Sondra Locke, fallecida en 2018, fue la que mejor le conoció y sufrió tras 14 años de vida en pareja. Obligarla a abortar en dos ocasiones, torpedear su carrera como realizadora y poner fin a su relación cambiando las cerraduras de casa se cuentan entre las hazañas de Eastwood. El título de la biografía de la actriz lo deja claro: 'El bueno, el malo y el feísimo'.
Si vuelve a rodar, sabemos que contará una historia adulta con un buen guion y buenos actores. Nada tan viejo, nada tan nuevo.
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