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¿Cómo contar algo que ya está contadísimo? Este fue uno de los retos con el que Bambú Producciones encaró el primer salto al largometraje ... de uno de los crímenes más mediáticos de la historia criminal de Valencia. Cuatro letras, Maje, bastan para saber de qué hablamos: el homicidio del ingeniero noveldense Antonio Navarro Cerdán en el barrio valenciano de Patraix a manos de su esposa y de Salva, uno de sus amantes, en 2017.
'La Viuda Negra', bajo dirección de Carlos Sedes, comienza de un modo muy clásico: el hallazgo del cadáver y el punto de vista policial. Su trabajo siguiendo las pistas. ¿Quién habrá sido el autor? Eva Torres (Carmen Machi) marca el enfoque del arranque. Ella es el nombre de ficción de Esther Maldonado, la entonces jefa de Homicidios de la Policía Nacional en Valencia cuyo grupo asumió el caso.
A partir de ese instante, su figura da paso a tres actos marcados por los personajes: Eva, Maje (Ivana Baquero) y Salva (Tristán Ulloa), una evolución personal jalonada por un solo salto temporal hacia el pasado para tratar de ensamblar y presentar de modo comprensible la maraña de acciones y contracciones, trampas y secretos, que supusieron aquel terrible crimen pasional a seis cuchilladas.
En esa pretensión, Sedes y Ramón Campos (productor y guionista) se valen de su experiencia en el documental para presentar una milimétrica reconstrucción en la que los principales momentos criminales y policiales se dramatizan gracias a las escuchas policiales, a la abundante documentación que ha trascendido en estos ocho años desde el crimen y al aporte del redactor de LAS PROVINCIAS Javier Martínez (Jefe de Investigación en los créditos).
Todo no cabe, obviamente, pero lo que se presenta sobre la investigación y fechas es tal cual. Y también en lo más colateral: desde la ropa que vestía Maje en el día del entierro de su esposo-víctima en Novelda a la que llevaba Salva el de su arresto. Absoluta fidelidad también en las palabras, las que se pronunciaron entre los asesinos y otros interlocutores de la viuda y se grabaron durante las escuchas de la Policía Nacional a lo largo de seis meses de discreto seguimiento.
Estos sonidos de conversación telefónica se convierten, por momentos, en auténticos protagonistas. Oscilan entre lo real y lo dramatizado, ocupando la escena a pantalla completa y enfatizados por los vúmetros rojos. Los creadores quieren hacernos sentir espías o policías, según se mire, en un ejercicio de 'voyeurismo' que planea en un caso criminal en el que lo íntimo ha quedado al descubierto como pocas veces en la historia criminal española.
La película podría haberse quedado en eso, en una recreación matemática y cronológica de la cruel realidad que envolvió a Antonio (Arturo en la ficción). Pero va más allá: en las dos horas de metraje se hace un digno ejercicio de penetración en la psicología de los asesinos, en la manera en que debieron percibir las cosas para hacer lo que hicieron, en sus envolturas sociales, educativas y sentimentales. Y es aquí donde la experiencia interpretativa de Ivana Baquero (Goya a los 12 años con 'El Laberinto del fauno') y Tristán Ulloa toma las riendas.
La primera, como Maje, viaja entre la inocencia de «mosquita muerta» de la que tantos hablaban, a la mujer incapaz de divorciarse, que huye de lo rural, que se ve reflejada en pájaros enjaulados o que busca el mar valenciano desde su sentido encajonamiento pueblerino de Novelda. Cada vez, hacia un universo más abierto, en lo personal y en lo paisajístico.
La horquilla de carácter por la que se mueve Baquero para ser Maje es muy amplia y compleja: de la enfermera atenta y cariñosa más querida por las monjitas de la residencia donde trabajaba en Torrent a la liberación erótica y de relaciones sexuales sin ataduras que le lleva a las fotos con lencería roja a tiro de teléfono móvil. Hay, en momentos como este, una mirada a la generación de la imagen, la del 'selfie', la del postureo, la del 'whatsapeo' compulisvo... Campos busca un punto de reflejo de la generación de los 90, «hija de las redes sociales». Y en el último paso interpretativo, la asesina, la mentirosa de mirada fría que juega a víctima para lograr sus fines. La actriz catalana viaja con soltura por todas las Majes.
Tristán Ulloa se mete de lleno en Salva, el hombre servil, manipulado, títere y 'pagafantas' que cayó enamorado de Maje hasta tal punto de matar a su otro yo, esa «buenísima persona» de la que todos hablaban, para ser lo opuesto, un asesino frío y eficaz. Ulloa tiene la misma edad que el homicida y lo encarna aportando un matiz interesante de resignada fatalidad, un punto más dramático que el Salvador Rodrigo que conocemos por las escuchas, éste mucho más sobradillo, resuelto, dicharachero y hasta chisposo. Su enfermizo y documentado servilismo con su amante queda también plasmado en la película, atenta a esos pequeños detalles que retratan a los asesinos en su día a día, más allá de lo concerniente al crimen.
En el telefilme nos adentramos en una recreada Novelda (no se ha rodado en el pueblo alicantino de la víctima para no remover penas), en una Valencia nocturna y real en la que el hambre cosmopolita y sentimental de Maje se consagra en el Umbracle. O en las vistas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en compartida desnudez desde la habitación de su amante publicista.
'La viuda negra' no hace sangre visual. Una elipsis reduce a cero el acto criminal en sí. No hay cadáver alguno. La energía dramática se sustenta sobradamente en el gesto y movimientos torpes de Ulloa, que dibuja un asesino inusual e inexperto que avanza hacia los sótanos de su existencia sin saber muy bien cómo remediarlo.
La película es, por último, un homenaje al grupo de Homicidios de Valencia, célebre por su elevada resolución de casos y que nunca olvida a Blas Gámez (Berni en la ficción). La suya es la historia dentro de la historia. La del muy querido subinspector que investigaba el caso y se topó inesperadamente con la muerte a manos del descuartizador que investigaba. Las tensiones que eso supuso para la jefa Esther en plena operación 'Viuda Negra' también son abordadas en el largometraje.
La película no se detiene en lo sucedido en prisión entre los amantes o el desarrollo de su juicio, aspectos que ayudan a comprender mejor el todo de esta dolorosa historia. No hay tiempo para más. Pero la parte de realidad que ofrece es suficiente para entender los acontecimientos y reflexionar con hondura sobre los grandes interrogantes que deja el caso. El meollo de lo injustificable, lo que nos desconcierta: ¿Por qué una mujer prefiere ser una viuda antes que divorciarse? ¿Cómo un hombre bueno puede tornarse en un frío asesino de la noche a la mañana?
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