La línea dura 'indepe' se mueve en la sombra
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Verano de altas presiones en el universo soberanista, con una estrategia pilotada por Puigdemont y dirigida a condicionar a las bases de EsquerraCarles Puigdemont presiona en la sombra a Esquerra Republicana de Catalunya con un discurso de deslegitimación de la vía autonómica que incluye una abierta contestación ... a la Comisión Bilateral reunida ayer; a su derivada, la Comisión Mixta de Transferencias, y, por supuesto, a la anunciada mesa de diálogo entre el Estado y la Generalitat, a la que no da ninguna credibilidad. Lo hace a pesar de que una parte de las reivindicaciones de ayer ya figuraban como puntos en el documento trabajado entre Pedro Sánchez y el entonces president de la Generalitat, Quim Torra, en diciembre de 2018. Es decir, ya en aquella coyuntura, el independentismo jugaba con dos barajas: el posibilismo de las transferencias pendientes –sobre todo en materia de inversiones e infraestructuras– y la retórica maximalista. Un dirigente del PSC reconocía ayer que hay que favorecer cualquier escenario que acerque el pragmatismo y la resolución de temas concretos «aunque sea partido a partido».
Poco importa que el anunciado acuerdo para la ampliación del aeropuerto de El Prat, que deberá ser gestionado por un conseller de Junts, afecte a la agenda del baño de realismo del día a día. Una dinámica similar al 'peix en cove', al histórico pactismo convergente antes de la mutación del gen de CiU en estrategia de confrontación independentista. Una metamorfosis que se estudiará en las facultades de ciencia política. Los herederos de Jordi Pujol esgrimen ahora que con un 51% de apoyo social es factible activar un proceso hacia la soberanía. Esa es la diferencia con ERC, en donde ha prendido la idea de que hacen falta mayorías más amplias para forzar que un proceso hacia la independencia de Cataluña tenga viabilidad mediante el reconocimiento de la Unión Europea. Puigdemont cree que la UE solo terminará por asumir la realidad si se ve forzada por una dinámica democrática de hechos consumados.
El contexto en el que se produce ese cambio es una realidad distinta a la del procés, exhibe un deshielo pero necesita frutos tangibles por parte de ambas partes para avanzar desde una base mínima de confianza. Lo cierto es que Carles Puigdemont no tira la toalla e intenta condicionar la hoja de ruta soberanista desde el Consell de la República y su presencia en Waterlooo y en Estrasburgo con una advertencia: la autodeterminación no se construye encerrados en cuatro despachos y el Estado español no tiene ninguna intención de negociar el reconocimiento de la soberanía catalana. Solo la presión unilateral puede activar cambios en el modelo de Estado. De hecho, en ERC se tiene asumido en privado que en esta legislatura no se va a alterar la estructura territorial española, pero es posible plantar las bases de la discusión a medio y largo plazo.
La presión 'indepe' de la línea más rupturista no se limita al terreno declarativo. La punta de lanza es la Assamblea Nacional de Catalunya y Òmnium Cultural, sobre todo los primeros, muy dominados por Junts. Y tiene como eslabón más débil del proceso a los concejales de ERC. En su momento, en 2017, Puigdemont se arrugó antes de convocar elecciones autonómicas ante la amenaza de una rebelión relevante de sus cargos locales. La estela del 'botifler' es alargada.
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