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C. R. V.
Lunes, 15 de julio 2024, 12:21
Hasta el amanecer se alargó la fiesta de los jugadores una vez culminada la victoria en la final de la Eurocopa. Tras el éxtasis desatado ... al levantar a los cielos de Berlín la cuarta copa europea de la selección española, la celebración rompió entre confeti y abrazos de los jugadores sobre el césped junto a los 11.000 aficionados desplazados hasta el Olympiastadion. Pero aquello no había hecho más que comenzar.
'Canutazos' exprés con la prensa y lágrimas de felicidad con sus familiares, antes de que los flamantes ganadores trasladaran luego al interior del vestuario una fiesta que tuvo continuidad en una celebración privada en el hotel berlinés hasta altas horas de la noche. Con los jóvenes Lamine Yamal y Nico Williams como principales alentadores de la jarana, y Cucurella entonando el que ya es 'su' himno particular, los representantes realistas también dejaron algunos momentos curiosos en la desbordante alegría del backstage.
Los jugadores de la Real Sociedad celebraron por todo lo alto un éxitos sin precedentes que dejó, por ejemplo, una curiosa imagen de Mikel Merino al más puro estilo Oktoberfest. Al mediocampista navarro se le pudo ver llenando un imponente jarrón de cerveza de un litro como suele ser tradición en las celebraciones de los equipos alemanes, algo que quizá aprendiera durante su etapa como jugador del Borussia Dortmund.
También Remiro disfrutó de la cerveza alemana, como se pudo ver en el vídeo en directo que retransmitió Fermín a través de su perfil de Instagram. El de Cascante, que fue uno de los más divertidos en la fiesta en la que bailó sin camiseta al ritmo de la bachata, fue además el autor de un pronóstico que desveló Oyarzabal en los micrófonos radiofónicos. «Quiero hacer una mención especial a Remi (Álex Remiro), que en la comida previa al partido hablábamos de que alguno de los cinco txuri-urdin íbamos a tener protagonismo y ha sido él el que ha dicho que creía que iba a ser yo».
Mikel Oyarzabal
El capitán realista saltó, bailó y cantó sobre el banco del vestuario, como también su compañero Le Normand, que no se despegó en ningún momento de su medalla siempre colgada del cuello.
Ya hacia las seis de la mañana, y a poco tiempo de emprender el camino al aeropuerto, los invitados empezaban a despedirse mientras los futbolistas continuaron disfrutando lo que se habían ganado horas antesen el campo.
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