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Sandra Sedano es una de las ponentes que ha formado esta semana a los profesores vascos en las consecuencias del consumo de la pornografía, una ... jornada organizada por el Departamento de Educación. Está convencida que la educación afectivo-sexual debería ser «obligatoria» en los colegios. «Siempre adaptando el contenido y el lenguaje a la edad del menor».
– Los datos que aporta su informe es un bofetón de realidad.
– Confirman lo que ya veníamos advirtiendo desde 2016, que el consumo de porno en menores ha crecido y mucho. El 93,3% lo ve antes de los 14 años, por lo que si no lo ve en su móvil lo ve en el de al lado. Ya no tiene sentido la frase 'mi hijo no ve porno', porque lo ve.
– Pero hay mucho más.
– Sin duda, el tipo de porno que ve. El 76,25% consume pornografía de una violencia extrema. Las chicas han aumentado un 15% su uso, y lo hacen primero por curiosidad, por buscar conocimiento y por saber qué les gusta a ellos para no quedar como estrechas cuando su pareja les pida que hagan algo. Ellas están normalizando y erotizando la violencia. Me dicen: 'Me gusta que me asfixien'. ¿Seguro? ¿Siempre? Han normalizado tanto la violencia que luego no lo identifican
– ¿Hay motivos para preocuparse?
– La percepción que tienen los chicos que ven porno de las mujeres ha empeorado en un 44,4%, las ven como un objeto, como una parte sumisa. Y a esto hay que añadir cómo afecta o cómo perciben su propia imagen y la frustración que eso puede generar, con el añadido de las redes sociales.
– ¿Qué consecuencias tiene el consumo del porno en las aulas?
– Genera dentro de las clases actitudes relacionadas con la falta de empatía, la agresividad o la violencia a la hora de comunicarse.
– Ha comentado que buscan en el porno conocimiento.
– No tienen quién les forme en materia afectivo-sexual. Ni el colegio ni sus padres. La única referencia que tienen es lo que les llega a través de todos los dispositivos.
– ¿Los padres de hoy son iguales a los de antes? ¿De eso no se habla?
– El sexo es un tema tabú ayer y hoy. La diferencia es que hoy les llega con una violencia, muchas veces extrema, que normalizan. En las familias hay que crear un vínculo de confianza, de interés y diálogo desde pequeños para hablar de sexo y de todo lo demás.
– Decían en las charlas que 'vamos tarde'.
– Vamos tarde con los de 16 años, lo que no significa que no sea posible. Los padres deben interesarse por dónde buscan información sus hijos porque en casa no lo hacen. Eso conlleva saber qué youtubers siguen, a qué videojuegos juegan, en qué redes están... Porque a través de esas fuentes les llega la información y también el porno. Si nadie habla de esto, ¿dónde se forman?
– ¿En el colegio?
– Debería darse educación afectivo-sexual de manera obligatoria y no de manera transversal. Dedicarle un tiempo semanal con programas adaptados a cada etapa educativa, adaptando el lenguaje, con contenidos adecuados, desde una perspectiva de los derechos humanos, con base científica.
– ¿Con sus profesores habituales?
– Tienen que entrar profesionales muy bien formados de fuera en las aulas de los centros. El profesorado ya tiene bastante, les estamos dando un montón de responsabilidades y no les podemos cargar con esto también. Eso no quita para que se deban formar en esta materia, pero nada de 'pildoritas', de las que hoy haces un formación en bullying, mañana en gestión emocional y pasado en prevención emocional. Todo está dentro del mismo saco, educación afectivo-sexual integral. Y tienen que estar al día en esta materia porque cuando yo, por ejemplo, doy un taller me gusta que se quede el tutor, ya que ve reacciones de los alumnos que le aportan mucha información.
– ¿A qué edad se debería empezar en los colegios?
– Desde Infantil. Evidentemente, en esa etapa no se habla de relaciones sexuales, se trabaja el conocimiento de uno mismo, las partes de nuestro cuerpo, qué limites voy a poner, el consentimiento, y que nadie se asuste del placer. Sí, las cosquillas dan placer, comer un helado da placer, darse un abrazo. Siempre desde la mirada del niño que escucha, no del adulto que habla, porque la mirada adulta lleva la erótica en medio siempre puesta.
– Las familias se quejarían.
– Entiendo las posibles reticencias de las familias, por eso insisto en la formación desde todos los ámbitos. Los programas deben estar adaptados a cada etapa educativa. Eso supone adaptar el lenguaje a la edad, ofrecer contenidos adecuados, y desde una perspectiva de los derechos humanos.
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