Borrar
David Rodríguez ha necesitado cuatro años para salir del «túnel negro» en el que le sumió la muerte de su hermano Tomás. LOBO ALTUNA
El drama del suicidio

«Me sentía culpable porque mi hermano se había ido»

Al donostiarra David Rodríguez le costó cuatro años superar el suicidio de su hermano mayor en 2017. «Cuando se fue, necesité un abrazo, no una pastilla»

Martes, 13 de diciembre 2022

Recuerda la última vez que habló con él. «Fue una conversación normal como otra cualquiera, estuvimos hablando de las ruedas del coche. Y a la semana siguiente ya no estaba. Se cansó de esta vida y se fue». Al donostiarra David Rodríguez le ha costado años llenar el vacío devastador que dejó su hermano Tomás cuando «decidió irse» antes de cumplir los 50 años. Después de superar «una complicada y larga travesía» se siente preparado para contar lo que vivió un triste 11 de noviembre de 2017 y el abismo que vino después. Pero también quiere lanzar un mensaje de «esperanza» a todos aquellos que «se quedan», esos supervivientes a la muerte por suicidio de un ser querido. «Al final te vuelven las ganas de vivir», expresa antes de rememorar el día de la muerte de su hermano, que le sumió en una crisis personal que se alargó durante cuatro años.

«Yo llevaba una vida normal y de repente... te rompes y tu vida se paraliza», relata sereno. «Me llamó un familiar y me dijo: 'algo gordo ha pasado, ven a casa'. Llegué hacia las 8 de la tarde, ya de noche. Había mucha gente, muchos sanitarios, muchos agentes de la Ertzaintza... Y cuando luego me contaron lo que había pasado, sentía que me rompía por dentro. Era un dolor extremo. En ese momento vino un médico y me dio un orfidal para tranquilizarme y ya está. Esa fue la ayuda que tuvimos en ese momento. No había ni un equipo de psicólogos ni nada. La siguiente frase que recibí fue por parte de un ertzaina que me dijo 'Tu coche está molestando'», relata este donostiarra, todavía incrédulo.

La búsqueda de un porqué

Lo que vino después fueron semanas, meses de desconsuelo en busca de un 'porqué' que jamás tendrá respuesta. Porque esta muerte no avisa. «Todos tenemos idealizado el suicidio con una carta de despedida, una razón... pero no hubo nada. Me habría gustado saber alguna razón porque eso me ha atormentado durante los cuatro años anteriores. Busqué razones, y entonces en tu cabeza comienzan a crecer fantasmas. Pasas por todos los estados posibles: sientes dolor, odio, rabia, amor, ternura, comprensión...», cuenta David.

Este donostiarra considera que el duelo por suicidio es «totalmente diferente» al duelo de una persona que se va por cáncer o un accidente de tráfico. «No paras de preguntarte por qué. Me aislé intentando buscar una explicación a lo que había pasado. Mi mundo se paralizó pero el resto no. Tenía que seguir llevando a mi hijo al cole, seguir cuidando de mi padre que estaba enfermo... y no tenía energía para ello, sentía un agotamiento extremo».

A la onda de conmoción se le sumó la culpa, un sentimiento que experimentan muchos supervivientes al preguntarse si podrían haberlo evitado o detectado antes. «No me permitía reír. Me sentía culpable porque mi hermano se había ido y me daba miedo que me vieran reírme por el barrio. Me separé de mis sobrinos, que han sido como mis hijos, porque mi cabeza me decía 'si me ven a mí, van a recordar a mi hermano' y no quería hacerles daño».

Formación en salud mental

Se vio atrincherado en su propio dolor y «tampoco pedí ayuda, por vergüenza o porque me sentía atrapado... y cuando lo hice me di cuenta de que los profesionales a los que iba no estaban preparados para ese tipo de duelo. Fui a la Seguridad Social, no quisieron derivarme a Salud Mental; luego sí, después me ofertaron psicólogos privados... y hay mucha gente que no se lo puede permitir y tampoco di con un profesional que me pudo ayudar».

Aislado de su entorno, sin ayuda profesional «empezó un camino muy complicado. Tu cabeza no para», explica. En este sentido reclama más formación por parte de los profesionales sanitarios, que a su juicio, no disponen de herramientas para gestionar este tipo de situaciones. «Además vas a Salud Mental, a psiquiatría, pides cita y te dicen que está de vacaciones, que no tienes cita hasta dentro de dos meses. ¿Y qué hago yo mientras tanto?», se pregunta David.

Por ello pide a las instituciones mayores recursos para la Salud Mental. «Todo son grandes discursos pero se hace muy poco y este problema va a ir a más. La cabeza de uno se puede romper en cualquier momento», alerta. «Hay que ser valientes y dejar de estigmatizar a las personas que nos rompemos porque se nos va un familiar querido. Cada día se suicidan en España once personas, dejando una media de seis supervivientes, que necesitan ayuda, cercanía... Yo solo necesité un abrazo, piel, que alguien me escuchara y me entendiera, que me dijeran 'qué tal estás' y me he sentido muy solo. Los supervivientes no necesitamos ninguna pastilla mágica sino un abrazo. Notaba las miradas de la gente por la calle. Se te muere un hermano y pareces un apestado. Me harté de escuchar 'no sabía qué decirte', 'no sé cómo actuar'», dice sin ánimo de culpabilizar a nadie, pero dolido por esa falta de cercanía. «Porque le puede pasar a cualquiera», insiste, y agradece la ayuda del psicólogo y experto de la Red Nacional de Psicólogos Prevención Suicidio, Pedro Martín-Barrajón, que ha sido su «salvación».

Cada paso que ha dado ha sido sobre un manto lleno de cristales rotos, según describe, pero ahora ha conseguido «mirar esa cicatriz y que resulte bonita. Comprender lo que pudo pasarle. Cada uno tiene su mochila y la de mi hermano se llenó de piedras y dijo hasta aquí. Asimilar eso cuesta. También he conseguido volver a estar con mis sobrinos y a tener ganas de vivir, de viajar de hacer cosas. He pasado ese túnel negro y ahora estoy muy bien».

Su hijo Unax, de 14 años, ha sido «su bastón, ese pequeño motor que me impulsaba a salir de la cama, ir a trabajar y me hacía sonreír. Ha tenido que ser muy maduro. Entonces él tenía 9 años y ha tenido que hacer frente a situaciones que no correspondían a su edad: ver a un padre triste, malhumorado, agotado».

Poco queda de aquel hombre. Se emociona al recordar a su hermano, «el tercero de cuatro hermanos, bueno, bondadoso, trabajador, un padre que amaba a sus hijos. Ha sido mi referente, me llevaba a todos lados de pequeño. Mi primer concierto fue con él, a ver a los Dire Straits en el Velódromo, yo tendría 10 años, también al concierto de U2 con 12 años... Convivimos juntos hasta los 24 años y de la noche a la mañana se fue. Me acuerdo de él todos los días», dice conmovido.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco «Me sentía culpable porque mi hermano se había ido»

El drama del suicidio: «Me sentía culpable porque mi hermano se había ido»