Jonas Vingegaard también brinda en la Itzulia

Quizá porque la etapa bordeó el campo de fútbol de Villabona, el final se contagió de las artes marrulleras del balompié. Sucedió cuando Sergio Higuita (Bora) fue al choque con Juanpe López (Trek) para intentar pasar por donde no había sitio. En fútbol, consulta al VAR y penalti seguro. En ciclismo, nada. El colombiano chocó con las vallas y salió despedido al centro de la estrechísima carretera. Hizo parar a Carapaz (EF) y cortó a todos menos a Vingegaard, que ya había arrancado, y a Enric Mas (Movistar), que ya había salido a por él. Los demás tuvieron que esquivar a Higuita, pie a tierra, lo que condiciona la lectura de la llegada.

Porque el triunfo de la gran figura de la carrera en la meta más especial no está en discusión, pero pareció que Mikel Landa (Bahrain) y Ion Izagirre (Cofidis) subieron más rápido que Vingegaard, nuevo líder, y eso es lo que dejó entrever el alavés con su gesto al cruzar la meta a solo dos segundos del danés. De más lejos remontó aún el ormaiztegiarra, como Gaudu (Groupama), que llegaron a ocho segundos.

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A Vingegaard se le hizo un poco larga la subida y a los demás, corta. No es fácil medir las fuerzas y la distancia en estos rampones, donde las leyes de Newton operan a pleno rendimiento. La ley de la gravedad es inexorable y en estos muros, más. La victoria del danés fue limpia y clara, pero no categórica. Queda Itzulia.

Excelente de nuevo Alex Aranburu, a 13 segundos en meta y a 25 en la general. El Movistar puede jugar a dos bandas para asaltar el liderato de Vingegaard. Daniel Martínez (Ineos) no se metió en carrera tras sus problemas en Leitza. Carapaz fue el más perjudicado por la imprudencia de Higuita.

Hay tres vascos entre los ocho mejores de la general. Landa acecha a Vingegaard a cinco segundos, Ion Izagirre está a veinte y Aranburu, a 25. Excelente posición, con expectativas para los próximos días, y buen dato que pertenezcan a dos generaciones, no solo a la de los veteranos del viejo Euskaltel.

El triunfo de Vingegaard es muy bueno para la carrera. La sociedad del siglo XXI es la sociedad de la imagen y el triunfo del ganador del Tour de Francia hace que suba su cotización. Todo se vende y todo se compra. Hay competencia entre las carreras y que un ciclista como el danés gane y sea líder es un espaldarazo para una prueba de la tradición de la Vuelta al País Vasco.

El muro de Hika no hizo diferencias y confirmó que la Itzulia se va a decidir por la mínima. El ciclismo ha evolucionado en los últimos años y ya no recela de la igualdad. Antes, cuando un final como el de este miércoles no abría huecos espectaculares se criticaba a los ciclistas: que si no hay fuerzas, que si no hay nivel, que falta ambición, que ya no quedan valientes... El ciclismo es posiblemente el deporte que más ama su propia historia, sus viejas hazañas, y las cabalgadas de sus héroes son los episodios que han levantado su leyenda. Pero eso ha evolucionado y ahora el ciclismo se lleva bien con el equilibrio, con la incertidumbre, que es lo que el resto de los deportes se afana en buscar siempre para ganar en interés. El líder omnipotente, intocable y tiránico (o magnánimo) que tanto prestigio ha tenido a lo largo de la historia del ciclismo ya está pasado de moda. Hoy, las carreras se juegan en segundos y esta Itzulia no va a ser diferente.

Tras las críticas a la peligrosidad -innegable- del final en Leitza, el diseño de la etapa de este miércoles mereció el elogio general. Con toda justicia. Se suspendió la Aiztondo Klasika de aficionados en marzo por el problema que arrastra el ciclismo vasco de base, pero el valle lució este miércoles esplendoroso. Los diseñadores del trazado sabían lo que se traían entre manos. Por suerte, no cedieron a las presiones de quienes preferían rebajar el laberinto por la zona de Sarasola y Ateaga, en las faldas de Alkiza.

Los últimos 60 kilómetros no tuvieron nada que envidiar a la Lieja-Bastogne-Lieja, la decana de las clásicas. Que el líder anterior Ide Schelling (Bora) se descolgase en la rampa que lleva al cementerio de Zizurkil es una buena metáfora de lo que fueron los últimos kilómetros. No hubo tiempo ni para tomar aire.

El Jumbo se movió con clase, con el aplomo de saberse el mejor equipo del mundo. Rohan Dennis hizo su clásico 'trabajito', esa tarea que solo puede hacer un gregario que gana más de un millón de euros por temporada, y remató la faena Attila Valter, fichado tras deslumbrar vestido de rosa en el Giro de hace un par de años. El húngaro dejó a Vingegaard donde quería tras anular la fuga justo en el momento en que empezaba la rampa de Hika. Ni un metro antes, ni uno después. Como un metrónomo.

El muro cumplió su función, atraer público y deparar planos de televisión espectaculares. Ambos, asuntos nada anecdóticos. La decisión de llevar la meta al final de ese repecho se vio avalada por la victoria de Vingegaard, que ya justifica la apuesta. Tras dos líderes provisionales, Hayter y Schelling, no hay duda de que la Itzulia tiene un maillot amarillo sólido. Lo lógico es que lo mantenga hasta Eibar, pero aunque lo pierda hoy o mañana volverá a la carga, según dejó claro este miércoles en la meta. Dijo antes de la salida que venía a ganar y sigue con esa idea.

Del champán de París al txakoli de Amasa, los campeones del ciclismo moderno no se cansan de brindar.