Eibar
El prodigio técnico del órgano Helmholtz revive en la iglesia de Zaldibar
Secciones
Servicios
Destacamos
Eibar
El prodigio técnico del órgano Helmholtz revive en la iglesia de ZaldibarLos acordes del histórico órgano Helmholtz volverán a escucharse, esta vez en la iglesia de Zaldibar, donde acaba de ser incorporado a la actividad, tras ... un meticuloso proceso de puesta a punto.
Lo singular de este instrumento no radica solo en su sonido profundo y envolvente, sino en su origen: fue fabricado en Eibar, dotada con un gran patrimonio industrial, donde la inventiva y el saber hacer técnico hicieron posible esta joya de la ingeniería musical.
El responsable de su restauración y reactivación ha sido el exalcalde de Eibar, Jesús María Agirre, quien ha dedicado años a conservar y recuperar estos órganos únicos que, sin su labor, podrían haber quedado abandonados en los coros de las iglesias. Gracias a su trabajo, los órganos de Amaña, Zaldibar y Berriatua siguen hoy en plena forma, resonando con fuerza y memoria.
La historia del órgano Helm-holtz es una muestra excepcional de talento eibarrés aplicado a la innovación tecnológica. Todo comenzó a finales de los años 50, cuando los exalumnos de la Escuela de Armería Jesús y José Ibaceta Arrate, junto a José Luis Elorza Chinchurreta, comenzaron a trabajar en un pequeño camarote en la creación de un primer teclado monofónico. Aquel primer prototipo, que solo permitía sonar una nota, fue la semilla de un desarrollo más ambicioso: la creación de un órgano polifónico electromagnético, en la línea de los órganos Hammond estadounidenses.
Inspirados por revistas técnicas como Radio Electronics, los jóvenes inventores adoptaron el modelo electromagnético y desarrollaron un generador de tonos de 96 notas, ocho octavas completas, diseñado con una precisión artesanal.
Cada órgano costaba entonces 180.000 pesetas, el equivalente al precio de un piso en Eibar. El ensamblaje incluía 13.700 piezas,-750 de ellas distintas- ,fabricadas por un entramado de empresas vascas que representaban la excelencia de la industria auxiliar eibarresa. El primer modelo de órgano Helmholtz se llamó 'Unda Maris', e incorporaba un único teclado de 61 notas y selectores rotativos de sonidos. Luego llegaría el modelo 'Stella Maris', con doble teclado y pedalero, un salto técnico que consolidó la reputación de Helmholtz S.A., empresa instalada en la calle Errekatxu.
La elección del nombre Helm-holtz fue un homenaje al físico alemán Hermann von Helmholtz, pionero en la teoría de la síntesis sonora.
Y no fue en vano: su legado científico inspiró una creación que asombraría incluso a los expertos internacionales. Uno de los momentos más destacados de esta historia llegó cuando Mr. Stanley, director de la firma Hammond en Chicago, visitó Eibar y quedó sorprendido de que un equipo tan reducido pudiera igualar la precisión técnica de su gigantesca empresa, que contaba con 8.500 empleados. El secreto estaba en la industria eibarresa: eficiente, versátil y altamente cualificada. En total se construyeron unos 50 órganos repartidos por toda la geografía (Madrid, Valladolid, Zaragoza, Sevilla, Compostela). Un ejemplar al final quedó en la central de Hammond en Chicago. A finales de los 60 la empresa se dedicó a construir televisores Helmholtz que tuvieron un gran éxito. El 1 de marzo de 1972, Jose Ibaceta patentó un sistema de producción de grandes imágenes de televisión en color por procedimiento óptico-electrónico. La empresa dejó un gran legado de aparatos electrónicos.
Jesús María Agirre, alumno y colaborador de los creadores originales, ha dedicado gran parte de su vida a conservar este patrimonio. Organizador de conciertos y conocedor profundo del funcionamiento de estos órganos, Agirre ha sido clave para evitar que queden relegados al silencio. Su última intervención, en Zaldibar, es una muestra más de su compromiso. «Más allá del valor musical, el órgano Helm-holtz es una obra de ingeniería, una muestra de la capacidad creativa e industrial de Eibar», destacaba Agirre. Gracias a su labor, y al esfuerzo colectivo de aquellos pioneros que ensamblaban cada componente con precisión quirúrgica, el sonido del Helmholtz continúa vivo. Hoy, cada nota que emite el órgano de Zaldibar no solo acompaña la liturgia: resuena como testimonio de un tiempo, un saber y una ciudad que supo hacer de la técnica, arte.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.