Algunos dicen, así, muy 'sobraos' que no les interesa ni el cine de Isaki Lacuesta ni la música de Los Planetas. Allá cuidaos, a mí ... el cine de Isaki me parece muchas veces imprescindible. Más o menos desde aquel magnífico 'Cuando acaba la noche'. En cuanto a la cuestión musical, teniendo en cuenta que ya desde el principio de la película alguien imprime en la pantalla (el filme se proyecta en distancia corta, en 4:3), bien clarito, 'Esto no es una película sobre Los Planetas', pues tampoco me volveré loca preguntándome hoy qué opino del indie granadino de finales de los 90.

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A mí de 'Segundo premio' me interesa todo. Varios temas musicales de Susana Hernández 'Ylia' tal que 'Fantasmas del siglo XX' o 'Vampiros' junto a ese 'La caja del Diablo' de Floren y Juan Ramón Rodriguez. La frase 'Granada tiene nombre de bomba', sacada del libro 'Cuatro millones de golpes', la imagen del cocodrilo en un paisaje onírico-pesadillesco de tonos ocre-negros imaginados por un director de foto bregado en videos musicales de La cabra mecánica o Mishima.

Me gusta tantísimo ver a uno de los dos 'cowboys gais' que dijo Isaki levitando en esos mismos tonos tras haber sufrido una sobredosis (4 litros) de... agua y haberse quedado sin potasio. Me flipa el humo condensado colgado sobre las cabezas de los músicos durante ese encierro del que tienen que salir tantas canciones. O la pelea contada de fondo en un bar oscurecido. Un bar de Granada. Porque la ciudad de la sierra nevada y la procesión del Silencio es tan tan tan protagonista. Más que el soñado e incierto Nueva York. A mí puede que lo que más me interese de todo, lo que tanto me fascina de esta desmedida ambición de cine sea el personaje de la bajista que tocaba de espaldas al público y lo dejó. Su ausencia llena el filme. Ella es el hilo conductor. Es el motor de este autobús.

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