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El cuerpo después de un concierto de Valeria Castro no vuelve a ser el mismo. El escenario 'Palacio' de Miramar Gauak se iluminaba al caer ... la tarde para recibir a su primera invitada especial en la undécima parada de la gira de su segundo disco, homónimo, que lleva rodando desde abril.
Vestida de blanco y con una sonrisa contagiosa, la cantautora palmera ofreció al público un espectáculo que se sintió como un viaje emocional a través de una catarsis musical cuidadosamente orquestada, donde la fragilidad se transforma en una forma de resistencia. Presentó 'El cuerpo después de todo', una propuesta con alma de folclore canario, pero que convive con pulsos latinoamericanos, gracias a los matices percusivos que atraviesan muchas de sus piezas. El violín y el clarinete bajo enriquecieron con sonoridades que expanden los márgenes del álbum hacia un territorio más denso, híbrido y libre.
Castro ha variado su formación en los últimos directos, y se presentó acompañada por Meritxell Neddermann en los teclados y coros; María Martín Blanco en la guitarra y el ronroco; Borja Barrueta del Río en la batería y la percusión; Lucas Piedra Cueva en el bajo; y Joaquín Sánchez en los vientos.
De los once temas del nuevo álbum se escucharon nueve, y en euskera invitó a un público ya entregado desde el inicio a sumarse a una «reunión entre amigos». La apertura llegó con 'La soledad' y unos delicados arreglos de viento y cuerda, seguida de 'Tiene que ser más fácil' y 'Honestamente'. La brisa corría mientras sonaba 'La corriente', y 'El cuerpo después de todo' fue el hilo conductor con «este cuerpo que ven ustedes aquí presente, con todos sus complejos e inseguridades que lo habitan».
Con el paso de los minutos, el concierto fue ganando ritmo y ligereza. La parte central fue la más intimista, con 'Devota', 'Guerrera' y 'Hoxe', y el repertorio también miró hacia atrás, rescatando etapas anteriores con 'Cuídate' y 'La raíz', esta última ya consagrada como uno de los himnos más representativos de su trayectoria.
El tramo final, como era de esperar, fue de alto voltaje emocional, de nuevo con toda la banda. Una tras otra, fueron desfilando 'Parecido a quererte', 'Abril y mayo' y 'Sentimentalmente', cumbia y folk latinoamericano que invitan al movimiento sin perder la profundidad lírica. El broche lo puso 'Sobra decirte'.
Por la tarde, Las Migas se presentaron en el espacio 'La Concha' «rumberas y libres», y sacudieron la modorra del calor con 'Ojitos verdes', a las puertas de su nuevo 'Flamencas', que verá la luz hoy. Tras media hora de ritmos flamencos, improvisaron un salto a la hierba para ofrecer un acústico. Con el alivio de la brisa nocturna, el ex Hertzainak Gari y sus Maldanbera tomaron el relevo casi sin tregua, hilando un recorrido por tres décadas de trayectoria a través de clásicos y el público en pie.
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