Mbappé acerca la Bota de Oro tumbando al Sevilla

Un Real Madrid a medio gas, sin nada en juego más allá de la honra y el deseo de mitigar el hambre de Mbappé con el Pichichi y la Bota de Oro, sufrió para superar este domingo a un Sevilla que disputó casi todo el encuentro en inferioridad numérica a raíz de la expulsión de Badé en la primera parte y de Isaac Romero al inicio de la segunda mitad, pero que se atrincheró en su área y consiguió contener las acometidas visitantes en una tarde de fútbol destemplado sobre el césped, pero volcánica en las gradas, hasta que un trallazo del crack de Bondy acabó con la resistencia hispalense.

El golazo del francés, inmerso en una apretada carrera con el sueco Viktor Gyökeres y el egipcio Mohamed Salah por encumbrarse como el mejor goleador del Viejo Continente por primera vez en su carrera tras sellar prácticamente el Pichichi, tornó en estéril el coraje del bloque nervionense, que había cerrado filas para fortificarse, pero al que no le quedó más remedio que rendirse frente a un Real Madrid que remó con el viento a favor durante ochenta minutos y terminó sentenciando cuando Bellingham, que vio una amarilla y se perderá el duelo ante la Real Sociedad de la próxima semana al cumplir ciclo, embocó sobre la línea un remate fallido de Gonzalo.

Las dianas de las dos principales estrellas que permanecen fuera de la pobladísima enfermería de este Real Madrid que se ha visto muy castigado por las lesiones endulzaron la última escapada de Carlo Ancelotti lejos del Santiago Bernabéu en un partido disputado a beneficio de inventario que la afición del Sevilla aprovechó para dar rienda suelta a su ira en contra de la gestión de José María del Nido Carrasco y que Carletto empleó para rebajar disgustos y proteger mercancía de cara al Mundial de Clubes que los blancos encararán con Xabi Alonso a los mandos.

Bajo palos estuvo Lunin, oscurecido por la larguísima sombra que proyecta Courtois. Jacobo Ramón y Vallejo conformaron una insólita pareja de centrales, recompensa por esa bizarra acción con asistencia del maño y gol del canterano que certificó la remontada ante el Mallorca el miércoles. Tchouaméni regresó al centro del campo, con Valverde aportando acero de nuevo al lateral derecho. Quien no bajó la guardia fue Mbappé, sumido en una batalla goleadora que puso el ejército visitante a su servicio en el Sánchez-Pizjuán frente a un Sevilla que tenía ardiendo a su parroquia.

Venía envuelto en llamas el duelo para el bando local, con las gradas a media asta en la primera parte a modo de repulsa por la gestión del club y una encendida protesta contra la directiva en la segunda mitad que incluso llegó a paralizar el choque durante un par de minutos por el lanzamiento de globos amarillos sobre el césped. La situación contrastaba con el carácter apacible que la riña tenía para el Real Madrid, más pendiente de salidas y entradas que del protocolario crepúsculo de una Liga que ha resultado aciaga para sus intereses.

Los blancos abordaron el pleito en Nervión con espíritu funcionarial y un tratado de paz bajo el brazo cuyas estipulaciones violó Badé a las primeras de cambio agarrando a Mbappé cuando el delantero enfilaba el mano a mano con Nyland. La temprana expulsión del central francés desarmó al Sevilla, que logró aguantar sin embargo las continuas embestidas visitantes en la primera mitad e incluso dispuso de una oportunidad excelente para ponerse por delante tras un regalo de Jacobo Ramón a García Pascual que el delantero desperdició rematando fuera cuando tenía todo a favor para batir a Lunin.

Lo lamentó el Sevilla, que se quedó aún más desnudo nada más comenzar la segunda parte por la expulsión de Isaac Romero, después de que el lebrijano soltase un plantillazo a la tibia de Tchouaméni en su primera disputa tras relevar a Lukébakio. Con dos futbolistas más sobre el campo que su adversario, intensificó su asedio el Real Madrid, que perdió a Endrick a causa de una lesión muscular y vio cómo Gudelj desbarataba sobre la línea un gol de Valverde y el travesaño repelía un derechazo de Mbappé, antes de que el omnipresente prodigio galo soltase un latigazo desde fuera del área y descerrajase a Nyland para tumbar la meritoria resistencia de un Sevilla al que no le sale nada.

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