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El Mundial de fútbol está ofreciendo un zigzagueo de sorpresas, de casi sorpresas, de piruetas en la clasificación de esta primera fase, eternas dudas ... sobre jugadores intocables, oportunidades para los actores secundarios, de cambio de planes trabajados durante meses, de repetir las frases «no hay enemigo fácil» y «esto es fútbol».
La noria que desencadena este deporte traslada una vistosidad de la que carecen otros deportes. Indudable. Además, ese atractivo añadido de ser cada uno de nosotros el mejor entrenador de nuestra selección, o de todas las selecciones. Cuando los triunfos llegan, la autopista no es ni de peaje y el coche circula en sexta. Cuando llegan los problemas, solo se ven baches, errores en el motor y dudas, enormes dudas.
Este diagnóstico ha sido un mazazo en selecciones favoritas como Brasil, Alemania, Argentina y España. La Roja tuvo un preámbulo digno de diván de psicólogo y los tres primeros partidos han sido unas rocas, lejos del diamante de otras épocas. ¿Producto de los nervios de una primera fase que te debates entre la clasificación y la eliminación solo en una jugada aislada? ¿O es una evidencia de que algo no funciona?
Será una combinación de ambos factores. Los grandes equipos temen el ridículo de un adiós en la primera semana. Cierto. Pero España ofrece muchas dudas. Incluso las vacas sagradas están ahora en el disparadero. Los centrales Ramos-Piqué dejan agujeros como infantiles. Busquets no recibe apoyos para ser poderoso. Iniesta es una versión golpeada por la edad. De Gea es un flan y ha perdido su confianza y autoridad. Silva no desequilibra. Y Carvajal, lateral recuperado con forces tras su lesión, está pisoteando su banda con mediocridad.
¿Es el momento de dar un golpe de efecto desde el banquillo? ¿Mano de Hierro? Complicado. La base del equipo está hecha y solo se aporta apenas un retoque por partido. No pienso que va a ser valiente el supuesto seleccionador. Sin embargo, ante Rusia será el momento, quizás el último, de dibujar una pizarra con más oxígeno y más músculo ¿por qué no? En esa pizarra entran nombres como Koke o Saúl, pero también el donostiarra Álvaro Odriozola. Posiblemente le penalizó su faceta defensiva y su estatura ante selecciones con mucho centímetro. Pero Carvajal tampoco es un pivot y por lo visto, su forma física deja bastante que desear tanto en su acelerador ofensivo como en su tarea defensiva. Odriozola está para jugar y podría aportar frescura por la banda. Dicho queda.
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