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(Texto originalmente publicado este martes en la newsletter semanal dedicada a la economía fácil '2+2=4.0'. Si quieres recibirla puedes acceder al de newsletters ... )
A ver cómo lo digo suave y educadamente, que es como se han de decir las cosas. No me creo, ni por asomo, que la Hacienda vizcaína no supiera la que se iba a liar con su empujoncito (por no decir un favorazo como un templo) a las finanzas del Athletic de Bilbao. El resumen es que el club se ahorra un dineral, con lo que puede pagar más dinero a sus jugadores, que no tributarán por IRPF como tú y como yo. Entiendo, por tanto, que el señor Rementería y su gabinete se fuman un puro con la llamada armonización tributaria, con los mensajes de unidad y de hacer país con la fiscalidad y con lo que suceda más allá de San Mamés.
Por cierto, esto, casualidades de la vida, llega cuando el Athletic atraviesa el que no es precisamente su mejor momento en cuanto a los txintxines; que de eso estamos hablando, de dinero, solo de dinero y no de ninguna otra cosa. Por si había dudas y alguien imaginaba que hablábamos (y escribíamos) con el corazón y no con la cartera.
Así que, punto uno, prohibido vender motos. A ver si ahora resulta que nadie pensó que semejante gesto iba a pasar desapercibido y a no levantar ampollas (y de las gordas) en la Real Sociedad, el Eibar, el Alavés o el Saski Baskonia.
Tampoco creo que sea ni medianamente normal aprobar medidas fiscales de innegable repercusión en todo Euskadi un 21 de agosto para publicarlas el 23. Todo, en plena Aste Nagusia bilbaína. Me suena a nocturnidad y alevosía.
Mira si es raro, que la víspera de aprobarse la polémica rebaja fiscal el consejero de Hacienda, Pedro Azpiazu, realizaba (con profusión de fotos y sonrisas, como corresponde) una de las visitas que -me consta, y es perfectamente lícito, solo faltaba- más ilusión le hacen de todas cuantas realiza al año: la del Palacio de Ibaigane.
¿Nadie le dijo nada, a 24 horas de reventar el 'fair play' fiscal entre los clubes vascos? ¿Lo sabían en el Athletic? ¿No lo sabían? ¡Qué feo y qué raro todo! Y que brete más incómodo para Azpiazu.
Tampoco me creo que el objetivo principal de esa reforma que, en la práctica, permite al club vizcaíno un notable ahorro fiscal con el que, claro está, poder pescar en caladeros extraños, sea la de acercar a Bilbao a los gestores de fondos de inversión. Esta defensa de lo indefendible casi molesta más. De hecho, la norma aprobada no dedica ni cincuenta palabras (eso sí, enrevesadas a más no poder) a perpetrar el cambio.
¿Alguien piensa que si la Diputación vizcaína se presentara como la tierra prometida para el capital riesgo que pudiera huir de la City londinsense por miedo al Brexit lo iba a hacer callandito? ¿Sin airearlo a los cuatro vientos? Me da la risa.
Y tampoco me puedo creer que los socialistas vizcaínos -socios de Gobierno del PNV- no supieran lo que votaban y que ahora el PSE monte en cólera, a las puertas, por cierto, de lo que parecen unas elecciones anticipadas en Euskadi. Casi es más criticable el desconocimiento, bien por eventual desidia, bien por falta de comunicación dentro de ese Ejecutivo.
Lo que sí sé es que no hay que jugar con estas cosas que, lo sabemos todos, acaban siendo material inflamable con la gasolina de la pasión y la rivalidad eterna. De nuevo a mi modesto entender, no cabe hacer este tipo de jugadas con profesionales que ya ganan muy, muy bien. No es un buen ejemplo. Junto a esto te diré que no tengo tan claro que se pueda recular sin víctimas colaterales, a pesar de que la presión es proporcional a lo feo del gesto.
¿Y entonces, qué hacemos? ¿Barra libre para todos? El corazón podría llevarme a decirte que sí, que ya están tardando la Diputación de Gipuzkoa y la de Álava en replicar el movimiento y que tonto el último, pero es que no creo que haya que hacerlo. ¿Y tú?
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