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Seis trabajadores esenciales recuerdan, cinco años después, lo que supuso trabajar bajo estado de alarma. J. M. López / F. de la Hera / Iñigo Royo
Cinco años del Covid

La memoria de los esenciales en el confinamiento: «Eran habituales los avisos a la policía vecinal»

Sanitarios, cajeros de supermercado o kiosqueros son solo algunos de los trabajadores que rememoran, cinco años después, lo que supuso trabajar bajo un estado de alarma

Claudia Turiel

San Sebastián

Viernes, 14 de marzo 2025, 06:38

Con la declaración hace cinco años del estado de alarma por la epidemia del Covid-19 las calles se vaciaron. Cuatro paredes aislaban a la población de la normalidad. El silencio era imponente. Para muchos, la vida tal y como la conocían se detuvo de la noche a la mañana aquel 14 de marzo de 2020. La mayoría se acostumbró, dentro de lo que cabe, a la comodidad de no salir de casa. Otros tuvieron que hacer frente a la incertidumbre y al miedo para que el resto de la sociedad siguiera adelante. Ellos fueron los trabajadores esenciales.

El personal sanitario velaba por la salud de la población, poniendo en riesgo la suya. Los supermercados fueron el escenario de estampas como el vaciado de las estanterías de papel higiénico. Los carteros fueron testigos de cómo los pedidos online se volvieron de primera necesidad en una sociedad que no podía salir de casa. Los ertzainas eran los ojos que todo lo veían en ciudades vacías. Y los kioscos, puntos de información en los que la gente confiaba para tumbar los bulos que tanto se expandieron. Seis voces cuentan las dificultades de trabajar en tiempos de pandemia y confinamiento.

«Los vecinos me dibujaban cartas de agradecimiento»

Manuel Sánchez Técnico de emergencias sanitarias

«Los vecinos me dibujaban cartas de agradecimiento»

Todos recuerdan dónde estaban cuando sucedió algo importante. Son los momentos que, aún con el paso de los años, dejan huella y dan pie a un sinfín de conversaciones. Manuel Sánchez, técnico de emergencias sanitarias en ambulancias medicalizadas «estaba reanimando a un hombre de 55 años en su casa de una parada cardiorespiratoria» cuando escuchó, en la televisión del paciente, cómo se decretó el estado de alarma. «No dábamos crédito a lo que escuchábamos. El Covid llegó de la nada y nos pilló por sorpresa».

La sensación de «luchar contra algo desconocido» a pie de cañón le generó sentimientos encontrados. Por un lado, «había mucho miedo», pero por otro «nos sentíamos privilegiados por poder salir a la calle. En el trayecto al trabajo solo me cruzaba a diez coches», describe, como si de una película de Hollywood se tratara. Sin duda, lo que más «me marcó fue el agradecimiento de la gente». Se refiere a los aplausos que, cada día a las 20.00 horas, inundaban los balcones en honor a los sanitarios o los «dibujos y cartas que me encontraba en el buzón de mis vecinos después de una larga jornada de guardia. Fue muy duro, pero también muy gratificante».

«Se hacían colas en la calle para comprar mascarillas»

Idoia Fernández Farmacéutica

«Se hacían colas en la calle para comprar mascarillas»

Mascarillas, gel hidroalcohólico, termómetros y medicina. Estos eran los cuatro productos estrella que en más de una ocasión provocaron que farmacéuticos como Idoia Fernández colgaran carteles en las puertas de las boticas: 'agotado'. La carga de trabajo fue tremenda», recuerda Fernández.

Una larga cola de personas nerviosas era la encargada de darle los buenos días a Idoia cuando se disponía a abrir la farmacia. «A veces entraba a trabajar y me olvidaba de lo que estaba pasando fuera», describe. Recuerda, también, que «la gente acudía a la botica para salir unos minutos de casa y tampoco quería quedarse demasiado, había miedo». Era un goteo constante de personas entrando y saliendo. Y es que «la gente está acostumbrada a que siempre estemos ahí para ellos, éramos el primer eslabón de la cadena sanitaria», reitera, a la vez que congratula y agradece al resto de sus colegas de profesión, pues con el confinamiento «demostramos que servimos para descongestionar los centros sanitarios y atender las necesidades de la población».

«Nuestro trabajo en el súper también es importante»

Nekane Irazusta Cajera de BM Supermercados

«Nuestro trabajo en el súper también es importante»

«Mucha gente menosprecia a los trabajadores de supermercado, que 'si no tenemos estudios'...», se lamenta Nekane Irazusta. Sin embargo, el periodo del confinamiento sirvió para demostrar que «somos esenciales para la población y que nuestro trabajo es importante, como todos».

Nekane describe esos primeros días de trabajo en confinamiento como «un horror» y confiesa que «lo mejor es no acordarse» de esos tiempos en los que «estábamos preparando para cerrar el súper y la cola llegaba hasta fuera» o cuando «la gente, por miedo, llenaba el carrito de papel higiénico». Era tal el caos que «la página para hacer la compra 'online' se saturaba constantemente», aunque recuerda que «ayudábamos a los más mayores a que hicieran la compra por teléfono». Con todo esto, Nekane agradece que «teníamos los medios de seguridad necesarios para afrontar lo que fue una temporada muy difícil para nosotros».

«Los avisos de 'la policía vecinal' eran habituales»

Josetxo Ertzaina

«Los avisos de 'la policía vecinal' eran habituales»

Quizás la consecuencia más notable e impactante del confinamiento fue la soledad que reinaba en las calles. Los pocos que podían pasear por ellas describen la escena como las de «las películas apocalípticas que ves en la tele». Otro gran cambio que los ertzainas como Josetxo presenciaron fue el de los tipos de avisos que recibían. Ya no había que actuar en la calle, sino que «íbamos directamente a los domicilios».

Llamadas por peleas familiares o hasta los avisos de «'la policía vecinal'» se convirtieron en habituales para los agentes que, al mismo tiempo, patrullaban las calles controlando que la gente cumpliera el confinamiento y, más adelante, el toque de queda. «A la gente no le gusta que le digan qué puede y qué no puede hacer. Pero por lo general la población respondió bien al confinamiento», asegura. «Quizás, cuando se acercaba el fin de semana, es cuando la gente intentaba saltarse el confinamiento y sí que tuvimos que poner alguna multa», recuerda de esta temporada, que «no fue nada fácil».

«La información era vital para desmontar los bulos»

Jesús Jiménez Kiosquero

«La información era vital para desmontar los bulos»

Por lo general, su trabajo durante el confinamiento «siguió igual que siempre, es muy rutinario», pero las medidas sanitarias, sin duda, marcaron un antes y un después en los kioskos. «Atiendo a más de 200 personas todos los días y el o con los clientes, el dinero o los productos nos convertía en vulnerables», explica Jesús Jiménez. «El mayor miedo era llevarte el virus a casa».

Jesús agradece que «este oficio es uno de hablar y relacionarse con la gente» y ite que, en ciertos momentos «éramos un apoyo psicológico para la gente y a día de hoy nos lo siguen recordando». Eso sí, las conversaciones eran «monotema». Covid, pandemia, coronavirus... Y es que «la gente aprovechaba para salir de casa y comprar el periódico. La información era vital en este momento, era una herramienta para vencer el miedo», detalla Jiménez desde su kiosko.

«La gente abría con miedo la puerta al recibir paquetes»

Marisol Gómez Cartera

«La gente abría con miedo la puerta al recibir paquetes»

Seguro que más de uno se aficionó a las compras 'online' durante el confinamiento. Marisol Gómez notó cómo «aumentó el volumen de trabajo» para los carteros, que no solo «entregábamos paquetes como mascarillas, que era lo que más se pedía, sino que también hacíamos llegar notificaciones istrativas o citaciones judiciales». Tenían que llegar a los cuidadanos sí o sí. Por ello, cuando «se decidió que no había que recoger la firma del receptor», el protocolo cambió. «Pedíamos el DNI y así notificábamos de cuándo llegaba el paquete a su destino, para evitar el o».

Marisol recuerda que, aún a través del pequeño espacio de una puerta entreabierta, era fácil reconocer los sentimientos de «miedo, angustia y, en ocasiones, el mal humor» de las personas. «Los mayores apenas se atrevían a abrir la puerta», recuerda apenada, cinco años después.

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