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La figura de Olentzero se ha ido dulcificando hasta quedarse en una simpática y bondadosa versión vasca de Papá Noel. Sin embargo, con sus múltiples ... variantes, empezó tratándose de un carbonero algo grotesco y bebedor que bajaba del monte para anunciar el alargamiento de la luz tras el solsticio de invierno o, en versión cristiana, el nacimiento de Jesús.
Aunque a lo largo del siglo XX se atribuyera la bondad de traer regalos a los niños en Nochebuena, en su origen y en algunos puntos de Gipuzkoa y Navarra, el mito hablaba de que bajaba por las chimeneas de noche, cogía a los niños y ¡se los llevaba en un saco!.
No es de extrañar que Olentzero o, en algunas poblaciones, Olentzaro produjera poca ilusión y muchísimo miedo.
Hace cincuenta años, el etnógrafo e historiador tolosarra Juan Garmendia Larrañaga publicó en EL DIARIO VASCO un artículo sobre 'Viejas costumbres del país', en el que aportaba testimonios que había recogido directamente en algunas localidades sobre Olentzero.
Por ejemplo, «en los caseríos de Albiztur temían la visita de 'Olentzaro', que, necesariamente, tenía que hacerla bajando por la chimenea. Para sosiego de la mente infantil, un hermoso fuego con abundante humo evitaría la presencia del personaje navideño».
O sea, que el carbonero recibía un tratamiento similar al del Lobo Feroz. Garmendia Larrañaga contaba también el 23 de diciembre de 1973 que «en Berástegui, al igual que en otros muchos sitios, se ha dicho a los niños que 'Olentzaro' lanzaba una hoz o 'itaia' por la chimenea, para de esta forma degollar a los que se resistían a ir a la cama». Vaya con el bondadoso Olentzero.
«Y en esta villa (Berastegi) pudimos escuchar a la garbosa 'etxekoandre' del caserío 'Borda-Txuri' cómo en la noche del 24 de diciembre, cuando la familia estaba más abstraída en animada charla, ella, la 'extekoandre', arrojaba en más de una ocasión la hoz por la chimenea, produciendo de esta forma viva impresión en el ánimo de sus hijos y, más adelante, con los años, en el de sus nietos».
En Elduain tradicionalmente tenían un sistema muy sabroso para mantener a raya a Olentzero…
«En Elduayen se decía a los niños que el día de 'Gabon', una vez anochecido, había que empezar a asar las castañas en el tamboril, para que así, con el ruido producido por este ingenio 'Olentzaro' no osara entrar por la chimenea y se viese obligado a intentar hacerlo en otro caserío».
«Y en este pueblo costumbre de Nochebuena solía ser la de que los niños visitaran las casas del alcalde y los concejales para en ellas ser obsequiados con castañas asadas y cocidas. Esta cuestación se dejó de llevar a cabo allá por el año 1940».
Juan Garmendia Larrañaga investigó también en el barrio tolosarra de Bedaio, donde azuzaban a los niños a vivir y superar sus miedos con Olentzero, que parecía encontrarse dentro de la chimenea...
«El 'Olentzaro' de Bedayo era modesto a más no poder. En la penumbrosa cocina, colgado del lar –«labatzetikan zintzilik–, a cierta altura en el interior de la negra campana del hogar, este paupérrimo personaje, simbolizado por un saco de arpillera que el humo lo mecía lenta y suavemente, asustaba a los niños del caserío».
Como escribía el propio etnógrafo, «gran parte de lo expuesto en este breve trabajo ha sido arrumbado por la vida uniforme de nuestros días». Se ha perdido así una versión ciertamente terrorífica de Olentzero.
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