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Puede decirse que murieron de éxito. Popularmente llamadas 'las carrozas de Pentecostés', oficialmente conocidas como Fiestas de Primavera, ocuparon lugar privilegiado entre 1960 y 1967 ... en el programa de fiestas de San Sebastián.
En las del 20 de enero apenas había diez tamborradas y duraban 24 horas. Las de Semana Grande, tachadas de poco participativas, se limitaban a los toros, conciertos en el Boulevard y fuegos artificiales, pero las de hoy, Domingo de Pentecostés, fueron otra cosa.
Ha pasado más de medio siglo y, con mentalidad actual, sería inviable su recuperación tal y como entonces se concibieron, teniendo la belleza femenina, en su aspecto más estético, como columna vertebral de todo el engranaje.
Catorce sociedades y clubes deportivos se sumaron al evento en su primera edición allá por 1960. Durante cuatro fines de semana, cada barrio se volcaba masivamente participando en las verbenas, bailes, concursos, rifas… que se organizaban con el fin de ir seleccionando a las chicas que se presentaban para ser elegidas primero reinas de cada carroza y, en la última fase, Reina de San Sebastián.
Unificados los precios de 10 pesetas caballeros y 5 señoritas, la Gimnástica de Ulia cerraba la calle del doctor Delgado y, con ambigú y churrerías, la animación estaba a cargo de la Orquesta Miramar, «ofreciéndose delicados regalos para ellas». El Club Vasco de Camping, durante las votaciones del público, ofrecía una «omelette party» al precio de «cinco duretes» (25 pesetas, cinco céntimos de euro).
Ondar Gain multiplicaba sus bailes y verbenas tanto en el Trinquete como en la Rotonda, contando con la Tuna Universitaria, siendo maestro de ceremonias el locutor José Manuel Setién. Los Luises del Antiguo bailaban y hacían su selección en el frontón, mientras Loyolatarra compartía gastos y espacio con la Sociedad Hípica. Gaztelupe ofrecía sus verbenas en la Alameda y Euskal Billera se unía a Amaikak Bat, mientras que Umore Ona, Unión Artesana, Jolas Echea, Gure Borda, Compañía del Tranvía, Náutico, Aero Club, Tenis… utilizaban sus propios locales sociales.
Tras las eliminatorias, un fin de semana como el actual, 28 de mayo en aquella ocasión, tuvo lugar en el salón de exposiciones del Ayuntamiento la gran final, presenciada por «representantes de todas las clases sociales» y presidida por «un bello ejército femenino, derroche de juventud y belleza». Desfilaron por la pasarela las «señoritas elegantemente vestidas y muy bien peinadas», ocupando mesas de honor los presidentes de las entidades a las que representaban. Ya de madrugada, Segundo Ángel Iglesias leyó el nombre de la reina: Maribel Molina, de Ondar Gain, coronada por el alcalde Vega de Seoane a los acordes de la 'Marcha de San Sebastián'.
El espectáculo, «como el que desde hace muchos años no se recuerda en San Sebastián», debido a la lluvia fue aplazado del domingo 5 al martes 7 de junio. Se movilizó toda la ciudad, «siendo incontables las personas que lo presenciaron». Recorrió las calles Hernani, Andia, Miramar, Avenida, República Argentina y Boulevard, entonces Alameda de Calvo Sotelo. Las tribunas donde estaba el jurado costaban 30 pesetas. Hubo servicio especial de trenes y autobuses y un largo programa de actividades paralelas. El elevado costo de las carrozas y vestidos hizo que algunas sociedades pasaran varias décadas pagando los créditos pedidos.
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