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Hoy se abren, oficialmente, las Navidades. Cada época tiene una entrada, un pórtico. El pórtico de estas entrañables fiestas tiene un punto clave, un punto ... neurálgico, y este no es otro que la plaza de la Constitución».
«Como un solo hombre –o como un solo niños, expresión que nos parece más propia–, todos los donostiarras nos daremos hoy cita en el lugar. La chistorra, olorosa y calentita, acompañada del buen pan crujiente de la mañana, se consumirá en grandes cantidades a lo largo y ancho de toda la ciudad» (DV, 21-XII-1972).
Los párrafos anteriores, dedicados a la feria de Santo Tomás de hace cincuenta años, podrían aplicarse hoy. Aunque la jornada ya haya dejado de limitarse a la plaza Constitución. Aunque intereses comerciales hagan que cada vez se quiera iniciar antes el ciclo navideño.
Otra diferencia estaba en una costumbre oficial de los últimos años del franquismo: «El alcalde donostiarra invita en fecha de hoy, según costumbre iniciada el pasado año, a sus colegas de la provincia, a comer la clásica chistorra del día de Santo Tomás y a primera hora de la tarde a una comida en los salones del Real Club Náutico. Han prometido su asistencia más de medio centenar de alcaldes guipuzcoanos».
La edición de Santo Tomás de 1972 se distinguió, frente a otras ocasiones, en que hizo buen tiempo. Lo contaban en la crónica del día siguiente en DV...
«Fue un día grande para la ciudad el de ayer, en todos sus aspectos. El tiempo, de verano, acompañó a la tradicional jornada de Santo Tomás, prestando una agradable temperatura y dando así entrada a la etapa invernal. No pudo ser más brillante».
«La ciudad registró una animación extraordinaria, 'como hace años no se había visto'. En efecto, la provincia se volcó en la capital, y la Parte Vieja fue zona ocupada preferentemente».
Recordamos que entonces el casco antiguo no estaba cerrado al tráfico...
«No había forma de dar un paso al mediodía, eso que prácticamente no existió circulación rodada por dicha zona, aunque sí en ínfima cuantía».
Por pocos que fueran, imaginamos el lío de los automóviles en mitad de las multitudes. Continuamos con la crónica del 22 de diciembre de 1972, que constataba el aumento de trajes de 'casheritos'...
«Y la chistorra se sirvió por kilómetros. Tal fue su consumo, también con las invitaciones que los bares y restaurantes hacían, como tarjeta acreditativa de una fecha íntima, entrañable. Y vimos también a niños y niñas luciendo los trajes propios del País Vasco, algunos de ellos elegantes, impecablemente llevados. Es preciso llegar el próximo año a extender en todo lo posible esta costumbre de recordar las prendas que llevaron nuestros abuelos, pero no como expresión de un tipismo, de una nota pintoresca, sino como prueba de respeto y de recuerdo a nuestros antepasados».
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