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Este 'Memorial Day' ningún alumno extranjero de Harvard aprovechará el primer puente del verano para visitar Canadá o Puerto Rico. Durante meses, la Universidad de ... Harvard había advertido a sus alumnos que no salieran del país, por temor a que el Gobierno de Donald Trump les pusiera impedimentos para volver a entrar. El viernes, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, hizo realidad la amenaza al dar un ultimátum a la Universidad para entregar en 72 horas «toda la información» que le ha pedido sobre sus alumnos o revocar su certificación para matricular a estudiantes extranjeros y, con ello, anular los visados de todos los existentes.
En cuestión de horas, la jueza Allison Burroughs atendió la petición de emergencia de la universidad al emitir una orden cautelar que prohíbe temporalmente al Gobierno cumplir su amenaza. Cerca de 7.000 estudiantes hubieran tenido que empaquetar sus cosas y salir corriendo al aeropuerto antes del domingo, lo que hubiera causado un daño «inmediato e irreparable» a la institución. Esto dará tiempo a la institución a proceder con la demanda legal que ha interpuesto contra varios del gobierno involucrados en este proceso, incluyendo a Noem; la fiscal general, Pam Bondi, y al secretario de Estado, Marco Rubio.
«La revocación de la certificación de Harvard para matricular a estudiantes extranjeros no es producto de un proceso de revisión ordinario basado en regulaciones», advierte la Universidad a la jueza. «Es parte de los esfuerzos del Gobierno para tomar represalias contra Harvard por su negativa a renunciar a su independencia académica».
Durante más de 70 años, una de las universidades más prestigiosas del mundo ha recibido a estudiantes extranjeros en sus aulas, donde ha formado a prestigiosos científicos y líderes extranjeros. Entre ellos se encuentran el actual primer ministro canadiense, Mark Carney, y su predecesor, Pierre Trudeau; el ex presidente chileno Sebastián Piñera; los colombianos Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe; los mexicanos Felipe Calderón, Vicente Fox y Carlos Salinas de Gortari; la irlandesa Mary Robinson; el actual primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis; el israelí Benjamin Netanyahu; el primer ministro jordano, Jafar Hassan; el de Singapur, Lawrence Wong; el de Mongolia, Oyun-Erdene Luvsannamsrai … La lista continúa. «Sin sus estudiantes internacionales, Harvard no es Harvard», ha dicho la universidad a la jueza.
En su carta a la comunidad escolar que dirige, el presidente Alan Garber ha prometido apoyar a todos los afectados, « vitales» de su comunidad, que han ido a sus aulas «para cumplir sus sueños», y hacer todo lo que esté en su mano para que Harvard «siga abierta al mundo».
No eran solo palabras de consuelo, también una declaración de principios sobre el valor de los inmigrantes en EE UU, que puede irritar más al Gobierno de Trump pero sirve de faro a un país a la deriva en el que se están perdiendo rápidamente los valores en los que se fundó. «Gracias a vosotros, sabemos más y entendemos más, y nuestro país y nuestro mundo son más conscientes y resilientes», concluye Garber.
La istración de Trump utiliza la excusa del antisemitismo para ejercer el control sobre las poderosas instituciones universitarias del país, a través de la creación de un Grupo de Trabajo Conjunto que revisa la actividad de todos los campus. Algunos, como la Universidad de Columbia, han claudicado, disolviendo la representación estudiantil y aceptando supervisión externa, sin que eso haya servido todavía para que el Gobierno federal le devuelva los fondos congelados.
Con esta nueva vuelta de tuerca, lo que está en juego ya no es «un gimnasio nuevo», como dijo el expresidente Barack Obama al alentar a su alma mater a defender sus valores. La retirada de la certificación para matricular a extranjeros sería un golpe mortal en el corazón de la institución académica, que vendría apoyado por el Congreso, con mayoría republicana.
El Comité Selecto de la Cámara de Representantes para China, en conjunto con el Comité de Educación, emitió una carta el lunes en la que acusa a la Universidad de «entrenar repetidamente» a del grupo paramilitar Xinjiang Production and Construction Corps al que se responsabiliza del genocidio uighur. Le añade la acusación de asociarse con universidades chinas en experimentos financiados por el Departamento de Defensa de ese país, colaborar con instituciones académicas iraníes en proyectos financiados por ese Gobierno e involucrarse en investigaciones de trasplantes de órganos forzados en China.
Todo ello viene a justificar la decisión del Ejecutivo de retirarle cerca de 2.700 millones de dólares en tres embates y añade la sacrosanta seguridad nacional a su guerra sin cuartel contra la poderosa institución que se le ha resistido. El proceso legal para demostrar que se trata de una venganza por defender su independencia académica será largo y complejo, ha itido Harvard, que forma a los abogados más prestigiosos del mundo.
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