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Israel asesta el golpe que puede ser definitivo para Gaza y los gazatíes en medio de un silencio que esta semana se ha convertido en ... atronador durante la visita de Donald Trump al Golfo. Las matanzas de los últimos días han sido el paso previo al lanzamiento de la operación 'carros de Gideon', bautizada en honor al guerrero que lideró a un grupo de solo 300 hombres y venció al gran ejército de los madianitas. El nombre procede del hebreo y significa 'destructor'.
Nos hemos quedado sin palabras para calificar la situación que sufre la Franja. La Corte Internacional de Justicia investiga a Israel por «genocidio»; el Comité Especial de la ONU considera que la operación en la Franja «es consistente con las características de un genocidio»; la Corte Penal Internacional ordena la búsqueda y captura de Benjamín Netanyahu y su ex ministro de Defensa, Yoav Gallant, por «crímenes de guerra»; Josep Borrell acusa al Estado judío de la mayor operación de «limpieza étnica» desde la Segunda Guerra Mundial. No hay una sola palabra para definir la situación, pero entre todas dibujan un cuadro en blanco y negro, con cuerpos de personas y animales retorcidos, como el que ya pintó Picasso en 1937.
El que no haya palabras no nos puede llevar al silencio, que es lo que busca Israel con su política de cerrar el paso a la prensa internacional, matar a nuestros colegas palestinos, junto a todas sus familias en algunos casos, o llamar a consultas a la embajadora española en Tel Aviv tras escuchar de boca de Pedro Sánchez que es «un estado genocida». La fotoperiodista gazatí Fátima Hassona, de 25 años, fue asesinada en abril, un día antes de que se hiciera oficial que el documental Put your soul on your hand and walk, que ella protagonizó, había sido seleccionado por el Festival de Cannes. En una de las escenas del documental la joven comenta que, si algún día la matan, querría «una muerte ruidosa». Hassona nos pedía que no dejásemos de hablar de Gaza cuando apagaran su voz.
Israel impone el silencio a base de bombas y un cerco medieval en el que recurre al hambre como arma de guerra. Israel trata de recuperar el poder de disuasión perdido el 7 de octubre de 2023 con el brutal ataque de Hamás a base de arrasar y poner muertos sobre la mesa. Esta semana ha aprovechado la visita de Trump a los países del Golfo para bombardear con especial crudeza. Mientras saudíes, cataríes y emiratíes bañaban al presidente estadounidense con millones de petrodólares, Israel bañaba de sangre la Franja con unos ataques que recordaban a los de las primeras semanas y dejaban más de cien muertos cada día, la mayoría mujeres y niños.
Los gazatíes se han quedado sin palabras ante la nula presencia de su situación durante el viaje de Trump. Mientras las calles de las ciudades europeas se llenan cada fin de semana con manifestaciones de solidaridad con ellos, el todopoderoso rey de Arabia Saudí, el jeque de Qatar y el emir de Emiratos Árabes Unidos no les mencionaron en sus apariciones públicas tras la firma de mega contratos con Trump. A todos se les llena la boca hablando de la «causa palestina», pero Gaza está cerca de quedar borrada del mapa y en el llamado «mundo árabe» nadie pega un golpe en la mesa. Este silencio de los hermanos árabes es doloroso para los gazatíes y una gran victoria para Israel.
A Netanyahu no le sentó bien que Trump no incluyera Israel en su primer viaje internacional como presidente, cuando él ha acudido en dos ocasiones a la Casa Blanca desde su toma de posesión. Pero parece que le sentó peor que Estados Unidos negociara directamente con Hamás la liberación del soldado estadounidense israelí Edan Alexander en vísperas de la visita presidencial al Golfo. Los islamistas confiaban en que este gesto de buena voluntad serviría para que Trump presionara a Netanyahu para que aceptara suavizar el cerco. Se equivocaron. El militar de 21 años está en su casa tras un largo cautiverio y los israelíes han puesto en marcha una operación a gran escala.
«La tierra se mueve como en un terremoto», es la frase más repetida por amigos de la Ciudad de Gaza en las últimas horas. Siguen al detalle los mapas con los que el Ejército ordena más y más evacuaciones. Muchos ya no piensan moverse, prefieren morir donde están antes que volver a desplazarse porque saben que no hay lugar seguro. «Esta es la venganza antes de la llegada de una tregua», piensan los más optimistas, que se agarran a la esperanza de que Trump logre un milagro de última hora que frene la operación a gran escala. El problema es que hace mucho que no hay milagros en Tierra Santa y menos cuando el enemigo apela a la figura de 'el destructor' Gideon.
«No es la venganza antes de la tregua, estos bombardeos son el aperitivo de lo que nos espera», son las palabras de Kayed Hamad, mi fíxer (intérprete) en la Franja desde hace veinte años, un padre de familia cercado al norte de la Franja con su esposa y tres hijos a la espera de que cualquier día una bomba les reviente. Su voz suena cada vez más apagada en los mensajes de WhatsApp que comparte cuando tiene Internet. Cada mañana miro el teléfono con ansiedad a la espera de su mensaje. Este es el último: «Tenemos envidia a la suegra de mi hermana, que ha fallecido hace dos horas. Tenía más que 85 años, ha descansado de esta mierda de vida». El vozarrón de Kayed suena cada vez más débil. El grito de los inocentes en todas las guerras suena en blanco y negro, como tan bien lo escuchó Picasso. Para cuando lo escuchamos, es demasiado tarde.
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