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Que el portavoz socialista en el Congreso, Patxi López, haya itido que el Gobierno no va poder sacar adelante los Presupuestos de este año es ... un reconocimiento expreso del empate infinito en el que sigue incrustada la política española. Cualquier excusa sirve para destruir los puentes y demonizar al adversario. El apagón es el último banderín de enganche. Pedro Sánchez sigue sin ofrecer todas las respuestas a las preguntas pendientes y el PP se lanza a degüello del Gobierno buscando cabezas de turco desde unas premisas que reemplazan las consideraciones técnicas por las arengas políticas. La operación desgaste de Pedro Sánchez sigue en marcha y a pesar de que cierto empecinamiento del PP puede resultar contraproducente para sus propios intereses, los propios aliados del presidente ponen en bandeja a sus adversarios a veces determinado argumentario para socavar los cimientos del Ejecutivo. Parecen ser, sobre todo en la izquierda, la 'quinta columna' del Ejecutivo 'progresista'.
Asistimos a un bloqueo de la situación, a un empate infinito con varias conclusiones reveladoras. La decisión de Podemos de colocarse en los bancos de la oposición deja a las claras la gran fragilidad parlamentaria del Ejecutivo. La ruptura del bloque de los aliados de izquierda puede dejar al PSOE sin suficientes aliados parlamentarios para repetir la legislatura. Por no hablar de la posición desafiante de Junts, que ha presentado una enmienda a la totalidad al proyecto de reducción de la jornada laboral convertido en el emblema de Yolanda Díaz. Una derrota parlamentaria en este asunto sería un exponente revelador de que un manejo de las expectativas reales que no se sustente en la relación de fuerzas y debilidades conduce inexorablemente a la frustración.
Tampoco el PP puede cantar victoria, porque su dependencia de Vox puede resultar muy perversa para sus intereses a la hora de afianzarse como una opción responsable que tiene ya madura sus opciones para ser alternativa de gobierno. Si los populares necesitan el apoyo de Vox para llegar al poder en una próxima legislatura, el precio a pagar puede ser severo y abrir una espita desestabilizadora en la periferia. Los procesos de normalización política y de la convivencia en Cataluña y en Euskadi, aun respondiendo a naturalezas bien diferentes, pueden verse trastocados si la variable PP-Vox entra en la ecuación política. Por no hablar de una izquierda social que entraría en ebullición.
En este proceso, el PSOE va a tener que hacer frente en solitario a la gestión de una posición política vulnerable, que gestione una estrategia sobre la seguridad y la defensa que genera profundos recelos en su base social. La sociedad del norte de Europa, muy alarmada ante el peligro del expansionismo ruso, no es la misma que la del sur, crítica al aumento en gasto militar por principios. La cuestión de fondo es que la presión de la extrema derecha ha dado semejante sacudida al tablero del debate que incluso los partidos democristianos y socialdemócratas clásicos, que han tenido históricamente recetas ancladas en el humanismo, se han visto arrastradas por la 'realpolitik' y han asumido cierta lógica del marco ideológico ultra.
Una victoria ideológica del extremismo reaccionario que, a la vez, puede ser compatible con otra obviedad: la izquierda no puede renunciar tampoco a envolverse en la bandera de la seguridad si quiere ofrecer un proyecto que genere confianza y que sea atractivo para determinados segmentos de la sociedad, los históricamente más desprotegidos. No olvidemos que el triunfo del ultranacionalismo francés hunde su éxito en los barrios obreros que eran los bastiones clásicos del Partido Comunista. No hace falta comprobar que los obreros blancos de los estados industriales de Norteamérica son los caladeros de Trump. Entre nosotros hay condiciones y caldo de cultivo para que el fenómeno se reproduzca. Basta que alguien eche una cerilla y prenda el bidón de gasolina.
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