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La remodelación interna del Gobierno, una auténtica revolución orgánica que ha hecho desaparecer de golpe al núcleo más cercano de Pedro Sánchez, ha alentado ... aún más la estrategia de desgaste de Pablo Casado. «Narcisista patológico», «egoísta», «arrogante», «mentiroso», «cobarde». Estos fueron solo algunos de los calificativos que el presidente del PP empleó este domingo para describir al jefe del Ejecutivo central. Lo hizo durante un acto en Ermua para recordar la figura de Miguel Ángel Blanco en el 24 aniversario de su secuestro y asesinato a manos de ETA.
Un día después de que el presidente hiciese saltar por los aires los cimientos de su propio Ejecutivo, el líder de la oposición tildó el cambio de caras en el Consejo de Ministros de «carnicería en el PSOE». Y es que el dirigente popular consideró que Sánchez «no es una buena persona» por haber prescindido de pesos pesados socialistas en el Gobierno como José Luis Ábalos o Carmen Calvo, o incluso de su mano derecha en la sombra, Iván Redondo. «Ha sido capaz de traicionar y aniquilar a sus propios amigos, a los que se recorrieron España con él para ganar unas primarias y ser presidente», criticó Casado, que tachó de «escabechina» el hecho de que Pedro Sánchez haya reemplazado a figuras de su máxima confianza por dirigentes de menor peso político.
Precisamente por eso, Pablo Casado ahondó en la idea de que los cambios, a su juicio, no resuelven el problema de raíz: el propio Sánchez. «Se ha hecho una moción de censura a sí mismo, una enmienda a la totalidad a todo lo que ha defendido», dijo frente a la plana mayor del PP vasco. Y exigió a Sánchez, por enésima vez, que dimita y convoque elecciones de manera urgente.
Pero por mucho que Pablo Casado lo reclame, no parece que Sánchez esté por la labor de dar por finiquitado su mandato y abrir las urnas. Sin embargo, el presidente del PP no se da por vencido y, sabedor de que las encuestas le sitúan en un momento dulce -los sondeos ya le ubican en Moncloa, aunque necesitaría el apoyo de Vox-, volvió a demostrar ayer que no está dispuesto a levantar el pie del acelerador. Más bien, todo lo contrario.
A juicio de Pablo Casado, el Gobierno «es un barco que ya hace aguas», aunque «el mayor lastre para España -dijo- es él». Un escenario prácticamente utópico si Sánchez mantiene de su lado, como todo parece indicar, a las fuerzas políticas que permitieron hace dos años su investidura.
Pablo Casado, en todo caso, aprovechará los próximos 30 meses para seguir presionando a Sánchez, un «antilíder», según dijo, que es «capaz de tirar a los suyos por la borda e intentar aligerar algo de peso para mantenerse unos meses más en el poder». Además, censuró que Sánchez hubiera mantenido «la radicalidad» en el Gobierno, en alusión a los cinco ministros de Unidas Podemos que mantendrán intactos sus sillones en el Consejo de Ministros. Y para todos ellos tuvo mofas: Alberto Garzón, «el del chuletón»; Irene Montero, «la de 'niñes' y 'todes'»; Ione Belarra, «la que nos quiere llevar a Atapuerca porque dice que no consumamos energía»; Manuel Castells, «el que no sabemos si es ministro»; y Yolanda Díaz, «que ahora pide enfrentarse a Europa».
Pablo Casado, igualmente, constató que el presidente ha «cambiado las marionetas», pero que, sin embargo, mantiene a quienes «las mueven: Rufián, Torra, Aragonés y Bildu», según enumeró. «Y por eso sigue siendo el Gobierno más radical de nuestra historia», indicó el líder del PP, que aseguró que Pedro Sánchez es «un presidente de la fuga» que el sábado «tiró los muros de carga».
Sus críticas contra Sánchez tan solo fueron el colofón de una intervención en Ermua que Casado dedicó también, aprovechando el homenaje a Miguel Ángel Blanco, para cargar contra los que «siguen sin condenar los 850 inocentes asesinados por ETA», en alusión a EH Bildu. Y así justificó la ausencia del PP en el homenaje a las víctimas en el Congreso: «Cuando decimos que no vamos a participar en ningún acto en el que esté Bildu no estamos rompiendo ningún consenso, lo estamos preservando». «Quien ha cambiado de bando y roto el consenso democrático por un puñado de votos para aprobar los Presupuestos y una investidura es el propio Sánchez», denunció.
El legado de Miguel Ángel Blanco, el joven concejal del PP secuestrado y asesinado por ETA en 1997, fue el nexo de unión de todas las intervenciones que ayer acogió Ermua durante la clausura de la escuela de verano que lleva su nombre. Entre ellos, Carlos Iturgaiz.
El presidente del PP vasco, líder también del partido cuando la organización terrorista acabó con la vida de Blanco, recordó aquellos días en los que colgaban de los balcones sábanas blancas con crespones negros que denunciaban aquel atroz crimen. «Un día le pregunté: 'Miguel, ¿por qué quieres ser concejal?', y me respondió: 'Porque quiero que haya un polideportivo en Ermua y porque mis padres siempre han defendido al PP y yo estoy muy orgulloso de ellos'», contó Iturgaiz, que prosiguió con la historia. «Más tarde le volví a preguntar: '¿Cuánto cobras como concejal?', y me dijo: 'No tenemos sueldo, cobramos por comisión 350 pesetas'». «¡Dos euros y medio por defender España!», clamó Iturgaiz, que consideró «una ignominia y una villanía» para el país que sean «precisamente los que no condenan a ETA los que sostienen al Gobierno de Pedro Sánchez», en referencia a EH Bildu. Además, denunció que en Euskadi «todavía hay grandes carencias y grandes problemas de convivencia». Lo dijo tan solo unos minutos después de que le increparan con un «alde hemendik».
También intervino la presidenta de Nuevas Generaciones, Bea Fanjul, que salió en defensa de Iñaki García Calvo o Mikel Iturgaiz por el acoso y las amenazas sufridas.
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