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Existen varias formas de practicar el equilibrismo, el norteamericano Nick Wallenda lleva toda su vida ejerciéndolo en el sentido más exacto de la palabra. Era ... miembro de la séptima generación de una familia entregada al funambulismo. Wallenda entró en la historia en 2012 al convertirse en el primer hombre capaz de atravesar las Cataratas del Niágara sobre un alambre en más de un siglo. Solo necesitó media hora para recorrer los 500 metros que separaban las dos orillas de Estados Unidos y de Canadá.
Pedro Sánchez no es Nick Wallenda, pero a veces parece que le mueve el mismo arrojo, sin temor a precipitarse en el vacío. La semana política ha ofrecido un ejemplo. La victoria por la mínima de dos de sus decretos y la derrota del tercero permiten extraer algunas conclusiones sobre las turbulencias del viaje que ha iniciado. El Gobierno de coalición PSOE-Sumar está en minoría parlamentaria y tiene una red de aliados muy compleja con los que debe negociar todos sus proyectos. La premisa es asumir el principio de realidad, que es lo primero que hay que hacer en política Ello implica cambiar el método de negociación y aconseja reducir el recurso a la vía de los decretos-leyes, forzados en el ambiente excepcional de la pandemia.
La segunda variable es interiorizar que Podemos es un actor político diferente que necesita un reconocimiento y un papel. Más allá del juego de egos y que la ruptura entre los morados y Sumar abre un frente incómodo para todos, la opción de un divorcio civilizado que minimice los daños es la única salida factible a no ser que los antiguos compañeros de viaje opten por dinamitar a toda costa la experiencia del Gobierno progresista y pongan la alfombra roja a Feijóo.
La otra derivada es la naturaleza tan difícil del acuerdo con Junts, que necesita continuamente visualizar que no está entregada al PSOE para desgastar a Esquerra. Ello le lleva a una hiperactuación y a una permanente y obsesiva gesticulación para escenificar que 'arranca' concesiones a Sánchez. En este caso, se ha metido en un jardín resbaladizo al tocar el asunto sensible de la inmigración, flirteando con discursos populistas de extrema derecha que abren un boquete serio al Ejecutivo de centroizquierda.
En la práctica, es muy posible que nos encontremos ante una mera escenificación y que, detrás de la polémica, haya más ruido que nueces. El acuerdo entre el PSOE y Junts para que el Estado ceda la competencia de Inmigración a Cataluña mediante la delegación del artículo 150 de la Constitución plantea la elaboración en el Congreso de una ley orgánica que, previsiblemente, no va a ver nunca la luz por falta de mayoría. Una iniciativa que, en cualquier caso, tendría dos límites claros. Uno, que el Tribunal Constitucional acotará los márgenes de la misma. Otra, que la Unión Europea establece unos márgenes de maniobra que no se pueden superar. En ese contexto, Cataluña podrá gestionar las políticas de inclusión de los migrantes pero muy difícilmente el Estado va a perder la competencia del control de los flujos migratorios, como plantea Junts.
Sánchez sale casi indemne de este primer incidente tan aparatoso. «Bien está lo que bien acaba», señaló con media sonrisa tras el pleno. Ayer mismo, en el encuentro en la finca toledana de Quintos de Mora apostó por «una legislatura larga centrada en los derechos sociales». La coalición gubernamental ha salvado los muebles. Pero la sensación de subasta alimentada por Junts y por la afición por llevarlo todo al extremo complica la apuesta del Gobierno a la hora de hacer pedagogía sobre su labor. Y sin un relato más atractivo, la capacidad política de la izquierda queda notablemente mermada ante su base social.
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