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Nos había preocupado. Un día va y otro viene, no salía a entrenarse con los compañeros. Mal indicador, pensamos los informadores. Pero, tal y ... como había anunciado la víspera –no nos mintió–, las molestias se habían disipado y estaba para jugar. Nunca mejor dicho. Para jugar. Para divertirse. Para hacer travesuras. Para pasárselo bien. Para recrearse con el balón. Para dar rienda suelta al crío que lleva dentro. Para hacer lo que hacía en el patio. Para todo eso demostró estar sobradamente facultado física y mentalmente. Lo otro, lo de ejercitarse día tras día, bajo la exigente disciplina de Zubieta, para otros. Conclusión: ¡Imanol, que no se entrene más!
La tromba ofensiva realista de los primeros veinte minutos se cargó en la banda izquierda. Con la inestimable colaboración de Aihen –menos mal que no tiene descanso–, el canterano donostiarra levantó la manita para decir a sus compañeros que le apetecía explayarse futbolísticamente hablando. Que no lo había podido hacer desde el sábado y que se lo pedía el cuerpo. Y los jugadores, que para eso tienen buen tino y siempre entregan el balón a quien más enchufado está, no pararon de servirle.
Había driblado ya varias veces, con maestría hacia fuera para llegar hasta línea de fondo, con clase e inteligencia hacia dentro para cambiar de orientación hacia la incorporación de Aritz. Pero quería más fiesta tras veinte minutos de algarabía txuri-urdin, así que en cuanto recibió de Merino, bien orientado, recortó hacia su derecha para armar un disparo de videojuego. Al palo largo, fuerte y arriba. ¡Golazo!
Poco después, según recibió de Brais un balón a media altura, controló de espuela para avanzar hacia área rival, levantar la cabeza y mandar un pase raso, bien tocado, hasta la posición de Oyarzabal. ¿Quién es esta chaval?, clamaba Roger Schmidt. El capitán 'solo' tuvo que controlar y darse la vuelta para provocar el penalti que fallaría posteriormente el gallego.
Para colmo, sacó de cabeza saques de esquina en labores defensivas y llegó como un rayo a ayudas en la presión cuando Brais perdía la pelota. Como un toro bravo al que sueltan después de haberle tenido un tiempo encerrado en el corral. Lo dicho, mejor que ni se entrene.
Ni el gabinete de crisis en el vestuario del Benfica logró poner coto a su fructífero desparpajo. Para el primer minuto de la reanudación, había provocado dos córners. En el segundo de ellos, pidió el balón, controló y puso un centro precioso en el corazón del área, de esos que solo necesitan un empujón. La jugada acabó en encontronazo de cabezas. Le Normand y Trubin. Pero el servicio merecía el gol.
No paró hasta que no le cambió Imanol. Minuto 76: jugada de Turrientes, buen control y disparo demasiado cruzado. Se hubiera caído Anoeta. Casi lo hace para ovacionar su salida en el 77. ¡Barreeeene, Barreeeene, Barreeeene, Barreeeene...!
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