Juan Antonio Larrañaga: «El salto de Atotxa a Anoeta nos hizo daño»
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San Sebastián.
Sábado, 16 de octubre 2021, 07:25
Bajo la batuta de Pedro Soroeta, excronista de la Real Sociedad en EL DIARIO VASCO, Alberto López –ganador de cinco DV de Oro–, Miguel Fuentes – ... dos–, Juan Antonio Larrañaga –uno en esta década, tres en total– y Jokin Uria –uno– abordaron una década marcada por el cambio de estadio, entre otros muchos acontecimientos.
El adiós definitivo a Atotxa y la inauguración de Anoeta en el año 1993 no supuso únicamente un cambio de escenario, sino que resultó un giro de 180 grados para el club que acusaron los futbolistas, e incluso la afición. El propio Juan Antonio Larrañaga, protagonista indiscutible en el viejo Atotxa, señaló que «de estar cobijados, con la gente encima, con un campo lento comparado con el de Anoeta, pasamos a un estadio con pistas de atletismo». Cambios de calado que él mismo padeció en primera persona: «Yo sufrí bastante y viví lo que es la soledad del jugador. El cambio de campo nos hizo daño». Acostumbrado a sentirse arropado por afición y compañeros, las dimensiones del campo de Amara pasaron factura al excelente futbolista de Azpeitia.
Las ocho calles de la pista de atletismo no solo alejó físicamente a la afición, sino también emocionalmente, convirtiendo Anoeta en un estadio frío, sin alma.
El guardameta Alberto López, que fue uno de los destacados en los primeros años del nuevo campo, no ocultó que «había futbolistas que servían para jugar en Atotxa, pero no para Anoeta». Casi nada. Una reflexión que acompañó a otra del exjugador y expresidente de la entidad Miguel Fuentes. El que fuera lateral txuri-urdin apuntó que «en Atotxa la gente estaba mucho más encima, había más presión, mientras que Anoeta era más frío».
Ese cambio de estadio no resultó tan negativo como pudiera parecer, tal y como recordó Jokin Uria: «Que Anoeta fuera rápido nos vino bien para ganar muchos partidos. Estábamos más acostumbrados a esa velocidad de balón que los rivales».
En el fondo emergía un cambio de estilo en el cuadro guipuzcoano que hizo que la Real desplegara ante su gente «un fútbol moderno», como explicó Alberto López, lo que derivó en la temporada 97/98 «en un tercer puesto que fue un grandísimo resultado». La primera gran alegría que se llevó la afición en su nuevo templo. La dinámica ya venía siendo positiva en los años anteriores, pero no se habían alcanzado en Anoeta cotas tan importantes como el a competiciones europeas. Lo que era un éxito incontestable, se topó con una doble 'faena': el segundo puesto, que estuvo muy cerca, daba a la Champions League, mientras el tercero iba a la UEFA; y quien ocupó esa segunda plaza fue el Athletic: «Parecía un drama, ¡quedar terceros!».
Más complicado fue compaginar tres competiciones la temporada siguiente: «Como colectivo vimos lo que suponía tener un año bueno y al siguiente hacer frente a muchos partidos. Hubo mucho desgaste y luego vinieron la pérdida de jugadores y el consiguiente potencial», entrando en «ciclos» en los que se alternaban momentos buenos con otros más irregulares.
Al margen de esta efeméride, la década dejó la consagración de algunos de los futbolistas más queridos de la historia de la Real. Desde canteranos como Aranzabal, De Pedro o Idiakez a extranjeros como Karpin o Kovacevic. De todos ellos, sólo el delantero serbio en la campaña 04/05 y el lateral de Bergara en la 01/02 fueron capaces de llevarse el DV de Oro.
Porque en la última década del siglo XX el premio recayó en «gente de club, honrada, que ha hecho carrera con el sacrificio», tal y como definió Pedro Soroeta. Los cuatro protagonistas que formaron parte de la mesa redonda son un buen ejemplo de ello.
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