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L. Pérez / D. S. Olabarri
Bilbao.
Sábado, 31 de mayo 2025, 02:00
Era una niña «encantadora», «buena estudiante», a la que le gustaba la cultura japonesa y que soñaba con «irse fuera» con su mejor amiga. Así ... describen a Jasmine Eva, de 13 años, quienes la conocían. Una adolescente «algo introvertida», pero con una buena conducta. Era alumna del instituto Bertendona de Bilbao. Antes acudió a la guardería de Rekalde, donde comenzó Primaria, aunque terminó esta etapa educativa en un colegio del centro de la capital.
Aquellos que la recordaban ayer en su barrio recalcaban la imagen de chica «estudiosa a la que le gustaba leer y dibujar». «Le encantaba el mundo manga y anime», aseguraban. Y, al parecer, sufría en silencio la «mala relación» de sus padres. «Cuando había discusiones en casa se resguardaba en su habitación», contaba a este periódico una de sus mejores amigas.
Prefería los grupos pequeños a las grandes cuadrillas y contaba con un apoyo inseparable al que confiaba sus intimidades. «Eran amigas desde la guardería, estaban todo el día juntas, un fin de semana dormían en mi casa y otro en la suya, no podían estar separadas la una de la otra, es una completa desgracia para todos», lamentaba la madre de esa amiga inseparable.
Jasmine Eva, aunque muchos la conocían por su segundo nombre, era la única hija de S.E.I., de 43 años y originaria de Giurgiu, una ciudad costera de Rumanía. La mujer emigró hace más de 15 años para buscar con su hermana un futuro mejor. Su primera parada fue Alicante. Allí conoció al que sería después su pareja , Pedro Gonzalo C., de 43 años y procedencia sudamericana. Tras probar suerte en la Comunidad Valenciana, ambos cambiaron de rumbo y llegaron a Bizkaia. Ella comenzó a trabajar en un bar de Rekalde sin contrato. Desde hace once años es la cocinera del asador Sukalde, un conocido restaurante bilbaíno, uno de los templos de la chuleta en el País Vasco. Él llevaba unos meses también al frente de los fogones de otro céntrico restaurante de la capital.
Primero alquilaron un piso en Rekalde y cuando consiguieron ahorrar, se lanzaron a comprar la vivienda de Larraskitu donde se cometió ayer el crimen. El que había sido su compañero sentimental le arrebató a su hija cuando, al parecer, habían iniciado los trámites para vivir en casas separadas, después de convivir bajo el mismo techo por la situación económica de ambos aunque la relación estaba acabada.
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S.E.I. vivía por y para la pequeña. «Eran uña y carne, lo único que hacía era trabajar y jugar con su hija. Era muy juguetona, le encantaba estar con ella, también con mi hija, su mejor amiga, y hacer cosas juntas», recordaba una de sus amistades. Con toda su familia en Rumanía, se volcaba en la niña, lo que más amaba.
En estos años se había convertido en una pieza imprescindible del asador Sukalde, donde entró a trabajar por una cuñada de su marido. Cocinaba de tarde, de 18.30 a 0.30 horas. Ayer sus compañeros, sobre todo «amigos», estaban completamente hundidos al conocer la desgarradora noticia de que su hija había sido asesinada por el padre. «Lo siento, hemos tenido una desgracia, no vamos a dar las comidas del domingo, estamos hundidos», decía Andoni Mier nada más descolgar el teléfono para llamar a sus clientes. El último encargo que S.E.I. cocinó antes de conocer el asesinato de su hija tenía que ver con una boda que se celebró ayer a mediodía.
En el restaurante bilbaíno mantenían ayer la actividad «por no perjudicar a los novios», aunque cerrarán en los próximos días y han cancelado algunas reservas. Ayer en el Sukalde el teléfono sonó muy de mañana. «Me llamó la otra cocinera porque al escuchar la noticia temía que fuera nuestra amiga. Llamamos al hospital, pero no lo confirmaron, luego la Ertzaintza vino a buscar a la otra cocinera porque S.E.I. había pedido que estuviera con ella en el centro sanitario», comentó Mier.
El Sukalde ha sido durante los últimos meses un cobijo. Sus compañeros sabían de su sufrimiento. «Estaban casi separados, pero como otras parejas, a falta de una sentencia», recordaban. «Él era muy machista, no le dejaba tener amigas, controlaba las personas con que andaba, si hablaba con uno o con otro... Al principio Pedro Gonzalo entraba en el bar, pero al final dejó de hacerlo y prefería esperarla en el coche», explicaban. La misma relación mantenía con su hija, que era la «niña de sus ojos», pero a la que también ponía «reparos» para salir a la calle y relacionarse con otros niños. Los compañeros de trabajo de él le describen como una persona «discreta, callada y reservada».
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