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A primera vista, casi todos los smartphones son un calco: la pantalla lo monopoliza todo, los botones brillan por su ausencia y... para optar por uno u otro sólo nos queda dejarnos llevar por el precio y una enumeración de prestaciones técnicas de difícil lectura y aún más compleja traducción: tasa de refresco adaptativa, enfoque por detección de fase, etc. ¿Hay alguien que entienda algo?
Por suerte (o desgracia, según se mire) a partir del 20 de junio habrá un elemento de juicio más que en teoría debería contribuir a decantarse por el móvil ideal: la etiqueta energética. Y es que la UE obligará a los fabricantes de smartphones y tablets a incluirla como una variable que debe ayudar a impulsar el consumo responsable y sostenible.
Si por algo destaca la nueva etiqueta energética es por su carácter eminentemente visual. En ella destaca un gráfico de barras de colores que representa la eficiencia energética del dispositivo, de la más alta (A, muy eficiente) a la más baja (G, muy poco). Le acompañan indicadores clásicos como el de la marca comercial, el modelo concreto del proveedor e incluso referencias al reglamento europeo. Eso sí, la etiqueta añade cinco variables poco conocidas pero que esconden cierta letra pequeña...
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Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia... y en términos de batería también. Y es que la duración de un ciclo completo, tiempo que tarda una pila en pasar del 100% al 0%, no sólo depende de su capacidad, en términos de miliamperios (mAh.), sino que se ve determinada por otro tipo de factores. Es el caso de la optimización del software: un procesador muy eficiente o una capa de personalización sin artificios pueden elevar la cantidad de horas de pantalla notablemente. O la gestión del : si tira constantemente de la cámara o mantiene el brillo del al 100%... no llegará a final del día. Así que no te dejes llevar por un móvil de 5.000 mAh. porque puede que se descargue antes que uno de 4.500...
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Controlar el azar es imposible, pero una vez damos buena cuenta de nuestra torpeza, no nos queda otra que confiar en la resistencia de nuestro smartphone. El punto clave es la pantalla, habitualmente protegida ante caídas desde 1,5 metros con un vidrio especial (Gorilla Glass Victus 2, Dragontrail, etc.). Otras variables que pueden evitar que nuestro móvil acabe hecho añicos son sus materiales (el aluminio o el titanio son más resistentes que el cristal), o su diseño (marcos reforzados, bordes elevados, etc.). En función de ello, el indicador se clasificará desde A (muy resistente) a E (poco resistente).
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¿Qué harías si la batería de tu terminal no diera más de sí? Con los vetustos móviles de antaño, nadie hubiera tenido dudas: cambiar la pila. Tres décadas después, tampoco las hay: renovar el móvil directamente. Y es que, a la complejidad de la electrónica, hay que sumar la dificultad de manipular piezas minúsculas, la inexistencia de recambios, etc. La escala que mide este concepto va de la A (muy fácil de reparar) a la E (muy difícil). Y todo con un objetivo: alargar la vida útil. Sea como fuere, ya hay modelos que facilitan la reparación, el intercambio o sustitución de piezas. Es el caso del Fairphone 5, que alcanza un índice de 9,3 sobre 10, o del Sony Xperia 5V, que llega al 8,5. En cambio, los flamantes iPhone 16 Pro Max y Samsung S25 Ultra se limitan a unos más que discretos 7 y 5 respectivamente.
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También llamada autonomía de la batería en ciclos. ¿Suena igual? Sí. ¿Es lo mismo? No. Sobre el papel, la vida útil de una batería es de 800 ciclos antes de que comience a degradarse. En otras palabras, tiene que descargarse del 100% al 0% un total de 800 veces. Y si cargamos nuestro móvil a diario... en teoría la pila comenzaría a degradarse a los dos años. ¿En la práctica es tal cuál? Ni mucho menos. La salud de la pila depende de factores como la temperatura interna (cuanto más alta sea, peor), o los hábitos de carga del móvil. Un consejo: siempre recarga el smartphone con cargadores oficiales y no abuses de la carga rápida. Y un aviso extra: nunca esperes a que se descargue del todo (al 0%), porque se resentirá con los años...
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Ningún móvil es ajeno a las amenazas externas, de ahí que todos cuentan con un grado de protección ante partículas como el polvo o el agua. El índice cuenta con dos letras iniciales fijas (IP) y otras dos que dependen del tipo: polvo y agua (líquidos). Así, un terminal con IP68 contará con una protección máxima ante el polvo (6) y con un grado bastante alto contra la inmersión en el agua (8). Eso sí, la protección contra líquidos ha dado mucho que hablar, porque realmente no garantiza resistencia en todas las condiciones posibles (agua salada, cloro, etc.) y puede degradarse con el tiempo. Quizá por ello los fabricantes tienden a anular toda garantía si el móvil se nos cae a la piscina...
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