«Me enamoré de Hernialde el primer día»

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ace ya seis años que tres búlgaros se hicieron cargo del Ostatu de Hernialde. A pesar de la sorpresa inicial en la zona, le dieron un giro de 180 grados al restaurante del pueblo y enseguida se ganaron a los vecinos y clientes gracias a su buen hacer y su simpatía. Ahora, son unos vecinos más que esperan seguir en el pueblo por muchos años. «El primer día que llegué me enamoré del sitio», resume Bobi, el cocinero. Tanto que todavía no encuentra nada negativo de este pueblo de Tolosaldea de poco más de 300 habitantes que muchos reconocen como por ser donde el cura Santa Cruz protagonizó la fuga más sonada cuando un regimiento de guardias civiles se presentó en la iglesia para apresarlo.

En 2019 estaba abierta la licitación de tres ostatus en la comarca. Hernialde fue el segundo que visitaron… «y ya no he ido a mirar más». Se enamoraron al momento del lugar. «Me encanta», resume el cocinero. De todo lo que rodea al municipio, Bobi valora la tranquilidad que se respira en el pueblo: «la tranquilidad no se compra».

Bobi y su socio Rosen son naturales de Pernik, una ciudad de alrededor de 80.000 habitantes cercana a la capital de Bulgaria. Llegaron hace 25 años a Gipuzkoa, donde recaló en la fregadera del restaurante Oianume «sin saber ni una palabra de castellano y en seis meses ya estaba en la cocina», recuerda. Desde entonces no ha dejado de trabajar en diferentes restaurantes. En Urnieta aprendió la cocina tradicional vasca, y después trabajó en varios restaurantes de Orio y Zarautz, donde descubrieron los secretos de la parrilla –su punto fuerte en la actualidad–, hasta hace seis años que se animaron a poner en marcha su propio restaurante.

Al margen de las posibilidades que ofrece el local, valoran la tranquilidad que se respira en Hernialde, lugar al que no le ven nada negativo, «para mi es perfecto, aunque en todas las casas haya algo, como todos los sitios». Hasta hace un año, con Bobi y Rosen estaban en la cocina con la hermana de Bobi, pero tuvo que volver a Bulgaria para cuidar al padre. «Así es la vida», resume.

El Ostatu es el centro de la vida para muchos municipios pequeños y con una cocina basada en la parrilla los dos socios han dado una vuelta de 360 grados al local y a la oferta hostelera de la comarca. Los comienzos siempre son difíciles, y más en un pueblo totalmente nuevo. Los vecinos les acogieron bien, pero al principio «nadie nos creía», recuerda, por lo que tuvieron que trabajar duro para «ganarse» la confianza de la gente.

Con su trabajo, además, han puesto en el mapa Hernialde, en este caso por la gastronomía. En el último año han recibido dos Soletes que han captado a la perfección su esencia: «lugares amables y asequibles que ayudan a conocer mejor el territorio, donde las cocinas siguen las recetas de siempre sin darle mayor importancia».

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