Crítica a 'Los niños de Winton': 669 vidas y el noveno tren

Una vez más, todo es cuestión de las palabras a usar. ¿'Academicista' o 'exquisitamente clásica'? Una vez más, todo depende de quién interpreta en su vejez a Nicolas Winton, el agente de bolsa londinense que antes de que su país, Francia y los demás se dieran cuenta de que Hitler era un peligro manifiesto para la Humanidad ya lo había intuido y pudo, con la ayuda y el sacrificio de otros héroes y heroínas, arrancar de las zarpas de los nazis a 669 niños checoeslovacos. En cuanto a ese noveno tren, tenía que salir de Praga el mismo día que Europa declaró la guerra a Alemania que ya había invadido Polonia...

Olvídense de las 'convenciones cinematográficas' y olvídense de Spielberg y de la escena aquella de la niña con el abriguito rojo. Aquí hay un realizador inteligente y de mucho oficio, bregado en series amadas por todos como 'Black Mirror'. Aquí hay un director de fotografía en quien confiaron aquellos chiflados que filmaron aquella perrería titulada 'La muerte de Stalin'. Aquí, en este film que alguien acusará de 'típico-tópico' habita un esplendoroso Anthony Hopkins con ese punto de ironía británica que únicamente un galés que ha sido Hannibal Lecter y es Caballero del Imperio Británico sabe manejar para ir convirtiéndola, a medida que la película avanza y el guion se fortalece, en una emoción intensa que hace que tus huesos se estremezcan en la butaca. Pero no está solo. Cuando Nicolas Winton era joven vivía con su madre, interpretada por una no menos dignísima y al tiempo irreductible Helena Bonham-Carter (placer veros de nuevo, milady).

Va a gustarles esta película. Es cine de siempre hecho gallardamente.