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«El Festival no hubiera podido seguir desarrollándose y creciendo sin el Kursaal», asegura José Luis Rebordinos, director del Zinemaldia. Usoz

Los cubos que dieron alas a las grandes manifestaciones culturales guipuzcoanas

El Kursaal se inauguró hace 20 años, el 23 de agosto de 1999, con la OSE y Ainhoa Arteta

Domingo, 25 de agosto 2019, 07:28

Hace veinte años y un día, el 24 de agosto de 1999, este periódico publicaba un suplemento en el que se daba cuenta de un gran acontecimiento social y cultural: la inauguración oficial del Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal. Para aquella fecha ya había acogido algunas actividades congresuales y culturales, pero la gran velada inaugural, que reunió a 1.850 invitados, tuvo lugar aquella tarde de agosto. El hecho de que tres lehendakaris –Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza y quien entonces era inquilino de Ajuria Enea, Juan José Ibarretxe– acudieran al concierto inaugural, protagonizado por la Orquesta Sinfónica de Euskadi y Ainhoa Arteta, da la medida del rango del evento.

Aquella noche concedieron al Kursaal el título de «equipamiento cultural del siglo XXI», y empezaron a difuminarse las dudas, el escepticismo y las críticas –a menudo muy severas– que acompañaron al proyecto de Rafael Moneo desde que en 1989 la convocatoria internacional realizada por el Ayuntamiento de San Sebastián se decantara a favor de sus dos 'rocas varadas'.

En lenguaje doméstico, las rocas se han convertido en cubos y, aunque al siglo XXI le queda mucho trecho para saber si el Kursaal será el principal legado cultural de la centuria, se puede afirmar que, en lo que a sus principales s respecta, ha aprobado con nota alta el examen de las dos primeras décadas.

Cada uno desde su perspectiva, coinciden con la idea que José Luis Rebordinos, director de Zinemaldia, expresa con rotundidad: «El Festival no hubiera podido seguir desarrollándose y creciendo sin el Kursaal». También a la Quincena Musical, a la Orquesta Sinfónica de Euskadi o al Hei-neken Jazzaldia los 'cubos de Moneo' les han dado alas para coger altura y potencia de vuelo en un espacio cultural cada vez más disputado.

Brad Pitt y Quentin Tarantino, en el Kursaal, durante el Zinemaldia de 2009. Las obras de construcción del Kursaal duraron cuatro años.Ópera 'Un ballo in maschera', de la Quincena. JM López, Fraile y Altuna.
Imagen principal - Brad Pitt y Quentin Tarantino, en el Kursaal, durante el Zinemaldia de 2009. Las obras de construcción del Kursaal duraron cuatro años.Ópera 'Un ballo in maschera', de la Quincena.
Imagen secundaria 1 - Brad Pitt y Quentin Tarantino, en el Kursaal, durante el Zinemaldia de 2009. Las obras de construcción del Kursaal duraron cuatro años.Ópera 'Un ballo in maschera', de la Quincena.
Imagen secundaria 2 - Brad Pitt y Quentin Tarantino, en el Kursaal, durante el Zinemaldia de 2009. Las obras de construcción del Kursaal duraron cuatro años.Ópera 'Un ballo in maschera', de la Quincena.

A José Antonio Echenique, director de la Quincena Musical entre 1979 y 2009 y, desde que dio el relevo a Patrick Alfaya, asesor del festival de música clásica más veterano del Estado, cuarenta años vinculado al mismo le dan la perspectiva necesaria para valorar el antes y el después. Sus funciones como programador de música clásica de la Fundación Kursaal le otorgan, además, una visión particularmente completa.

Esperanza y vértigo

«Cuando a finales de los 80 el Ayuntamiento lanzó el proyecto lo acogimos con muchísima ilusión, porque el Victoria Eugenia, que era y sigue siendo un teatro precioso, tenía muchas limitaciones». Demasiadas para que un festival que nació en 1939 y desde la segunda edición tuvo su sede principal en ese teatro–inaugurado en 1912 y reinaugurado tras una profunda renovación en 2007–pudiera seguir evolucionando.

«No sabíamos si ibamos a ser capaces de llenar el auditorio. El público respondió»

Quincena Musical

«El Victoria Eugenia era un teatro convertido en auditorio y, como tal, tenía limitaciones acústicas; un foso y un palco escénico pequeños para nuestras necesidades; un porcentaje importante de localidades con la visibilidad limitada; un aforo insuficiente, que desde los 80 nos obligaba a repetir conciertos... En esas condiciones, la Quincena Musical no podía crecer», evoca Echenique. Saber que «por fin la ciudad iba a tener un auditorio para la música» suscitó grandes esperanzas, pero también incertidumbre: «No sabíamos si íbamos a ser capaces de llenarlo, por lo que uno o dos años antes de la fecha prevista para la inauguración ya empezamos a trabajar en la cuestión, creando la figura del Amigo de la Quincena», que tuvo una gran respuesta y contribuyó a paliar la incertidumbre inicial. Con el tiempo, el mayor aforo, y el consiguiente incremento de los ingresos por taquilla, también ha ido paliando la dependencia económica de la Quincena e incrementando su nivel de autofinanciación.

En una tesitura similar, y con resultados parecidos, colocó el nuevo equipamiento a la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la primera orquesta sinfónica de ámbito autonómico del Estado, creada en 1982. Desde que protagonizó la inauguración del Kursaal han actuado en el mismo en 700 ocasiones, tanto en sus temporadas de abono como en las numerosas intervenciones en la Quincena Musical o en otras actuaciones.

Pensando en el salto que dieron del Victoria Eugenia al Kursaal – «la OSE ha sufrido mucho en el Victoria Eugenia porque el teatro tiene una acústica muy seca», dijo Mario Venzago, que dirigió a la formación en la noche inaugural–, fuentes de la orquesta subrayan una palabra: «Vértigo». Y recuerdan que la inauguración del Kursaal coincidió con la del Euskalduna de Bilbao. «Estos nuevos escenarios nos iban a situar en otro estadio, tanto desde el punto de vista artístico como desde la perspectiva organizativa y de gestión. Hubo momentos de vértigo. Estaba claro que los equipamientos iban a estar a la altura, pero era un gran salto cualitativo para la Orquesta», indican.

«Nos ha permitido crecer en proyecto, en calidad y en fidelidad del público»

Orquesta de Euskadi

Una de las principales inquietudes, compartida con la Quincena Musical, era la relativa a la respuesta del público a la nueva, y mucho mayor, oferta de localidades. «¿Nos quedamos como estamos y pasamos a solo un día de concierto, o le echamos ambición y vamos a por el segundo día?», se preguntaron. Se decantaron por la segunda opción, «y enseguida vimos la gran respuesta del público. Crecimos tanto que la primera temporada en el Kursaal contó ya con 1.000 nuevos abonados. A partir de ahí todo ha sido crecer; en proyecto, en calidad y en fidelidad del público, que llena los dos días de concierto de cada programa».

Ajustes necesarios

Tras comprobar que los temores iniciales eran infundados, las nuevas circunstancias obligaron tanto a la Quincena como a la OSE a realizar algunos ajustes –por ejemplo, programar con más antelación–, pero en ambos casos el balance es muy positivo. Se adaptaron pronto al nuevo marco y, sobre todo, a la nueva acústica. «Al principio fue tal el cambio que nos llevamos una sorpresa. Ni nos lo creíamos», afirma Echenique. Ahora, «todos alaban» la acústica del Kursaal, y en la misma línea se expresan las fuentes de la OSE.

También el edificio ha tenido que adaptarse a sus s, porque un equipamiento multiusos que tiene que servir para tantas cosas no puede responder al 100% a todas las necesidades de manifestaciones muy diversas. Se han ido haciendo ajustes y retoques y las prestaciones han mejorado, aunque, como señala Echenique, hay «problemas sin solución», como el hecho de que «el foso siga siendo pequeño para acoger óperas del siglo XIX y XX, que requieren orquestas más amplias».

«Los escenarios exteriores le han dado proyección, cercanía y ambiente festivo»

Jazzaldia

En cualquier caso, el 'inquilino' que más lejos ha llevado los límites del Kursaal ha sido Zinemaldia. «Los comienzos fueron complicados porque el Auditorio siempre estuvo pensado para usos musicales y no cinematográficos. Durante años no tenía los mínimos exigibles en cuanto a las condiciones de imagen y sonido. Con los años, y con una importante inversión económica, hemos ido consiguiendo que se vaya convirtiendo en una buena sala de proyección. Aun así, el Auditorio nunca será una sala de cine perfecta», ite José Luis Rebordinos.

«Hemos conseguido que se convierta en una buena sala de proyección»

Zinemaldia

Para otras cosas, sin embargo, el Kursaal, abierto a su entorno como pocos equipamientos de características similares, ha resultado extraordinario. Es un aspecto que destacan fuentes del Jazzaldia, que sigue teniendo su alma en la plaza de la Tribidad pero que, con el Kursaal «ganó una sala de prestaciones tan excelentes como el auditorio», sede de conciertos vespertinos muy especiales, o «la proyección, el acercamiento al público y el ambiente festivo que permiten los tres escenarios de las terrazas y la playa», cuyos conciertos gratuitos son los más multitudinarios.

Cerca de 2.400 espectáculos en dos décadas

En la memoria en la que el Kursaal recoge la actividad que ha desarrollado en sus 20 años, que se celebrarán con una gala el 28 noviembre, se registran 5.335 eventos. 2.991 corresponden a reuniones y congresos y 2.345 a espectáculos culturales, lo que indica que las dos 'almas' del Palacio de Congresos y Auditorio están bastante equilibradas. Además de los festivales internacionales (Quincena, Jazzaldia y Zinemaldia) que tienen su sede en el Kursaal -en el caso de la OSE, es su 'casa' donostiarra-, el centro cuenta con su propia programación, Kursaal Eszena, que ha programado 628 conciertos desde 2001. A esos grandes agentes hay que añadirles los promotores privados que contribuyen de manera destacada a que las salas del Kursaal, tanto el auditorio como la de cámara o las llamadas 'polivalentes', propogan a los guipuzcoanos una oferta cultural muy variada.

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