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Alicia del Castillo
Lunes, 19 de abril 2021, 06:51
Argentina, Uruguay y Cuba fueron los destinos principales de 4.000 navarros de la montaña occidental, que emigraron a América entre 1840 y 1874. « ... Huían de la pobreza y del hambre e intentaban conseguir dinero para saldar las deudas». Lo cuenta la pamplonesa Raquel Idoate Ancín, que acaba de publicar un libro con la investigación de su tesis doctoral, 'Emigración de la Navarra atlántica a América (1840-1874)', un trabajo en el que ha identificado con nombre, apellido, sexo, estado civil, profesión y origen, a todas aquellas personas. Lo hace ante la iglesia de Sunbilla, reconstruida gracias al dinero que enviaron algunos emigrantes de esa localidad de Malerreka. Porque muchos de ellos no olvidaron nunca su tierra natal.
«He podido obtener información sobre más de 4.000 emigrantes y trazar los hitos del viaje, desde que salían de sus casas hasta que llegaban a su destino», explica Raquel Idoate. Así, ha constatado que las localidades con más emigrantes fueron Arantza y Leitza. Los puertos de salida más frecuentes eran Pasaia, Baiona y Burdeos. «Se trataba de jóvenes, de entre 16 y 25 años ellos y un poco mayores ellas, solteros casi todos y de extracción rural, en torno al 80% hombres y el 20% mujeres. Pocos sabían algo más que firmar su nombre». Al llegar trabajaban en oficios o como labradores y ganaderos.
Raquel Idoate ha obtenido la información sobre todo del Archivo Real y General de Navarra, donde analizó los documentos de la familia Fort, comisionados que captaban a los emigrantes, pero también ha recorrido los pueblos de donde salieron, los de la montaña Navarra Atlántica, al oeste de Baztan. Algunos de esos lugares llegaron a perder por la emigración el 11% de su población. Fueron localidades como Arantza o Leitza, donde casi en cada casa uno de sus salió rumbo a América del Sur y Central, especialmente a Argentina, Uruguay y Cuba. «En la zona de Cinco Villas -Bortziriak- el fenómeno se agudizó porque coincidió con el cierre de las ferrerías», explica. Aunque a veces podían mediar otras causas, la motivación fundamental de aquellos emigrantes fue la pobreza y el hambre. «No había tejido industrial, fue un siglo con muchas guerras, hasta cinco, y las familias acababan endeudadas. Además, el sistema de heredero único que regía en el norte de Navarra no dejaba muchas más salidas» a los hermanos menores.
origen
Estos emigrantes pasaban por el notario, para completar unos documentos que son los que han llegado al Archivo de Navarra. Son consentimientos que daban las mujeres a sus maridos y sobre todo los padres a los hijos para que viajaran a América.
La historia de los Osácar permite conocer el recorrido de una familia de emigrantes navarros. Procedentes del valle navarro de Ultzama, emigraron a México. En solo dos generaciones y habiendo marchado con una deuda, volvieron con caudal suficiente para invertir tanto en Navarra como en Gipuzkoa. El deseo de una vida mejor, en este caso, se hizo realidad.
Impulsaron con otros comerciantes de San Sebastián, la Cámara de Comercio, el Banco de San Sebastián o la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián o la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. También tuvieron iniciativas que se concretaron en empresas como E. Olasagasti y Compañía, Arcelus, Echenique y Compañía, la Compañía del Tranvía de San Sebastián, La Papelera Vasco-Belga, Lapazarán y Compañía, La Maquinista Guipuzcoana, la Sociedad de Telefonía Privada y la Fábrica de Licores. En Navarra, Belarra y Compañía, el Balneario de Betelu y la carretera de Baztan, además de inversiones en el mundo editorial.
Autora: Raquel Idoate
Editorial: Caligrama.
Páginas: 530.
Precio: 29,95 euros.
Los Osácar también sobresalieron como benefactores, con obras en San Sebastián, como el Asilo de Niños San José y el Circo-Teatro. En Navarra cabe destacar el Asilo de Doneztebe-Santesteban, en el que se atendía a los pobres del pueblo, se enseñaban oficios y se daba clase a mujeres jóvenes. Esta institución ocupó un edificio que donó la mujer de Atanasio Osácar, Rosa Seminario.
En unos años hubo muchos cambios. Los viajes en barcos de vela, con más de un mes a bordo, se acortaron gracias a los barcos de vapor, a unos 15 días. El viaje era una experiencia dura. La gran mayoría viajaba en tercera clase. En concreto, en el entrepuente o proa del barco, un espacio entre cubiertas. Se trataba de un lugar muy oscuro en el que hacía mucho calor, había poco aire y donde las personas iban amontonadas alrededor de los víveres.
La emigración fue posible gracias a una estructura empresarial que la sustentaba. Una de las familias con tres generaciones de comisionados, fue la familia Fort, de Elizondo. Bien relacionados con la empresa naviera Apeztegui Hermanos, por cada pasaje ganaban una comisión. «Les tramitaban la escritura del viaje, les hacían pequeños préstamos para que pudieran pagar el viaje, hacían de apoderados de los emigrantes en algunos actos en Navarra, o se encargaban de traer y repartir las remesas de dinero que enviaban».
impacto demográfico
Además, tenían destinados a familiares de su entera confianza en diferentes puntos de América, donde ayudaban a los emigrantes a dar los primeros pasos, les hacían de apoderados, y sobre todo se encargaban de cobrar el dinero que faltara de pagar por el pasaje.
En muchas ocasiones los familiares de los emigrantes hipotecaron sus casas para poder pagar el viaje a sus hijos. «Por ejemplo, dependiendo de la época se llegaron a pagar 1.600 reales de vellón, 100 pesos fuertes o 400 pesetas. Es decir, el viaje vendría a valer lo que se podía ganar en un año».
Con su tesis doctoral, Raquel Idoate Ancín, de 35 años, está ampliando la labor que ya hizo su padre, Carlos Idoate Ezquieta, que hace tres décadas también investigó la emigración navarra a América en ese mismo periodo de tiempo, de 1840 a 1874, solo que, desde el Baztan, desde donde salieron 1.200 navarro hacia el Nuevo Mundo. También su abuelo, Florencio Idoate, fue una figura esencial en la investigación histórica en la Comunidad foral.
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