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Till Lindemann interpreta una de las últimas canciones con el fuego como protagonista. Félix Morquecho
Crónica del concierto

Rammstein: el infierno de música y fuego no defrauda

El grupo alemán desplegó en Anoeta su arsenal de sonidos contundentes y llamaradas en un espectáculo que se alargó hasta medianoche

Jueves, 6 de junio 2024, 00:32

En Rammstein todo está montado para impactar. En la zona exterior de Anoeta un camión gigante vendía productos de la banda a los seguidores que hacían cola. Una vez dentro del recinto el escenario era imponente. Una gran torre a medio camino entre Metrópolis y Gotham City, por la que luego bajarían los músicos al inicio del show, comandaba el lugar. A su vera ventiladores gigantes, pantallas enormes y un gran montaje lumínico esperaba ser activado. Ya en el césped varias torres de luz y sonido amplificaban un volumen que, si bien se notaría en el cuerpo, no parecía llegar a esos límites que ponen nerviosos a los vecinos del Santiago Bernabéu.

Los altavoces se activaron con 'Music for the Royal Fireworks' de George Frideric Handel, el encargo de Jorge II de Gran Bretaña para la celebración del final de la Guerra de Sucesión austriaca. Lo que vendría después no sería para oídos tan amables. El heavy, rock duro, techno y metal industrial se irían combinando la noche del miércoles en fusiones de gran pegada.

Tras bajar de las alturas y saludar al respetable, ataviados con vestimentas de corte futurista y neopunk, los músicos arrancaron con las guitarras cortantes de 'Ramm4' y la primera de las grandes explosiones de la cita. 'Links 2-3-4' llegó tenebrosa y 'Keine Lust' fue la primera gran arenga al público.

'Sesnaucht' unió fuegos de artificio y ritmos de corte marcial. 'Asche du Asche' viajó contundente entre voces de ópera y una nube que invadió el lugar. La esperada 'Mein Herz Brerunt' llegó con atractivos detalles arabescos para acabar entre llamaradas y un armazón pegador.

'Puppe' fue una gran fiesta escénica. Un carro gigante de niño que simularía arder en llamas y escupir confetis dio respiro a la contundencia de la noche. En la remezcla de 'Deutschland' evocarían a otros ilustres germanos, Kraftwerk. 'Radio' deslizó aires digitales en sus tonos más cercanos, dando pie a la fiesta de 'Mein Tell' y su gran caldero humeante en el que colocaron al teclista para intentar abrasarlo con un lanzallamas.

'Du hast' arribó entre detalles sintéticos y ritmos de inspiración épica. El público cantó a una sola voz el estribillo de la pieza mientras asistía al momento más increíble de la noche: el cantante Till Lindemann lanzando bengalas y las torres repeliendo el ataque mientras una explosión de fuego calentaba al más fresquito. Los destellos continuaron en 'Sonne' mientras los amplificadores expulsaban tonos de ultratumba enfadada. El piano de 'Ohne Dich' sirvió de primera despedida.

El retorno mostró al combo subido al escenario pequeño presente en el lugar para interpretar 'Engel'. El aire acústico de la pieza fue iluminado por los móviles de la gente que coreaba sin remisión mientras ellos volvían al gran tablado montados en zodiacs por encima de las cabezas del respetable. 'Auslander' se pondría traje techno para continuar con la abrasiva noche. 'Du riechst so gut' fue gutural y desmesurada, con las bengalas apoyándose en la espalda del cantante. Esta crónica de urgencia se cerró con otro martillazo llamado 'Pussy' y unos asistentes totalmente entregados al festejo de ritmos monumentales y efectos visuales que conforman la gira de Rammstein.

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