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El «contexto terrible» en el que se inició el programa de metadona, en 1995, fue «una época muy dura con respecto al consumo de ... heroína que generó un problema de salud pública», afirma el presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Gipuzkoa, Miguel Ángel Gastelurrutia. «Las istraciones no sabían cómo gestionar a las personas usuarias de metadona y la oficina de farmacia fue una forma de descentralizar la dispensación de metadona y hacerlo de forma segura». Así, los pacientes empezaron a usar este servicio sanitario y «desapareció esa especie de 'mundo paralelo' en el que muchos se dedicaban a trapichear con metadona. El entorno de entonces, incluso con camellos en la puerta del hospital, cambió radicalmente».
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De este modo, se ha logrado mejorar la salud de estos pacientes, «evitando sobredosis, uso de drogas ilegales, nuevas infecciones por VIH, tuberculosis u otras enfermedades de transmisión sexual», destaca Gastelurrutia. También «modifica de alguna manera los hábitos de consumo de droga: disminuye la vía parenteral, puesto que la metadona es de consumo oral y sin duda mejora la situación social del paciente y la familia al disminuir la conflictividad que se deriva del consumo de opiáceos».
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