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La victoria de Mark Carney en las elecciones canadienses puede ser interpretada en varias claves y no solo desde el nacionalismo. Es cierto que durante ... la campaña ha sabido pulsar todos los botones que emocionan a sus conciudadanos, incluyendo los triunfos internacionales de hockey. Carney ha hecho frente con inteligencia y firmeza a los ataques neo-imperialistas de Washington y ha frenado a los conservadores de su país que confiados en la victoria coreaban «Canadá primero».
Los insultos constantes de Donald Trump a un aliado con el que Estados Unidos comparte frontera, valores e historia han llevado finalmente al poder a un político muy cerebral, pragmático y aburrido, que encarna justo lo contrario que el presidente estadounidense. Se trata de un formidable tecnócrata, educado en Harvard y Oxford, con una gran carrera como banquero en el sector privado y en el público. Es posiblemente el mejor gestor de crisis financieras del mundo. Presidió el Banco de Canadá, donde lidió con eficacia con la tormenta económica de 2028, y luego el Banco de Inglaterra, convirtiéndose en el primer gobernador no británico. Fue el único alto funcionario del Reino Unido que preparó a su institución para paliar los efectos de un posible Brexit. Una vez dimitió David Cameron se convirtió en el único portavoz que aportaba calma y aseguraba la estabilidad.
Su 'modus operandi' se sitúa en las antípodas del liderazgo de hombres fuertes, tan en boga en democracias y no solo en regímenes autoritarios. No ofrece soluciones sencillas a problemas complejos y tampoco busca enemigos externos a los que culpar de todos los males. Es muy analítico, habla con precisión y entra en honduras técnicas cuando es necesario para explicar un aspecto de su programa.
Como primer ministro, tendrá que mostrar prudencia y negociar con EE UU la desescalada de los aranceles y otras medidas punitivas. Sabe que no hay alternativa a una gestión lo más constructiva posible de la enorme interdependencia económica entre los tres países de Norteamérica. Pero al mismo tiempo, Carney es consciente de las posibilidades de colaboración que se abren con los europeos por el proteccionismo desatado de Trump. Además, en junio, el futuro primer ministro será el anfitrión de la cumbre del G-7 en la región de Alberta, que reúne a los países occidentales más desarrollados. La reunión le servirá para proyectar un liderazgo internacional que pocos políticos canadienses han tenido y nunca de forma tan súbita. El grupo de países que forman el 'resto de Occidente' tal vez ha encontrado un líder y una forma de gestionar el caos incesante que llega de Washington.
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