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David Guadilla
Domingo, 25 de mayo 2025, 02:00
«¿Qué tipo de inmigración necesitamos y cuál estamos recibiendo?». La pregunta la lanzó la semana pasada Imanol Pradales y a partir de ahí se ... generó un terremoto político cuyos efectos no están muy claro hasta dónde pueden llegar pero que ha evidenciado que algo se está moviendo en la sala de máquinas de los partidos vascos. Algunos más que otros pero, de repente, el debate sobre la llegada de personas extranjeras ha obligado a todos los partidos a recolocarse, a reforzar sus argumentarios y a tener preparado un discurso para afrontar la Euskadi que se avecina. Más plural, más mestiza, más compleja y, posiblemente, más difícil de gestionar.
Las palabras del lehendakari en un foro de El Correo en Bilbao dejaron paso a un cruce de reproches entre el PNV y el PSE que desembocó en la mayor crisis desde que ambos recuperaron los gobiernos de coalición hace una década y que el viernes Imanol Pradales y Eneko Andueza dieron por zanjada en el Parlamento. Pero, aun así, no deja de ser significativo que la espoleta que activó toda la bronca fuese la inmigración. Porque los partidos, acostumbrados a debatir de autogobierno, sanidad, educación o industria, se asoman a terreno desconocido. Cómo afrontar un debate inevitable, con muchas aristas, que afecta de forma transversal a todos los ámbitos, para el que no tienen todas las claves y que es un campo perfecto para que crezca el populismo y la demagogia.
«Es un tema de enorme complejidad que hay que saber leer muy bien. Y lo que están haciendo los políticos es banalizar su propia profesión, hablar a salto de mata. No se puede enturbiar este debate con posiciones absurdas», lamenta de forma genérica Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la UPV/EHU, quien pide a los poderes públicos hacer «pedagogía».
Por un lado, los datos. Euskadi, según las cifras publicadas por el Instituto Vasco de Estadística (Eustat) a finales del año pasado, tiene 2,2 millones de habitantes, de los cuales, unos 300.000 han nacido en el extranjero. Un 13,5% de la población. ¿Es mucho? Todo es relativo. En el conjunto de España la cifra se eleva al 18,1%, pero sí evidencia un incremento significativo, porque en 2023 era del 12,4%. Es decir, en apenas doce meses subió un punto.
Euskadi, como recuerda Gurrutxaga, fue tierra de emigrantes durante años, «pero en las últimas décadas la diosa fortuna nos ha favorecido y ahora somos una sociedad europea con una renta per cápita alta». Y eso atrae a la gente. Según los datos recogidos por Ikuspegi, el Observatorio Vasco de la Inmigración, la comunidad empezó el siglo XXI con apenas 35.000 personas nacidas en el extranjero. ¿Hasta dónde puede llegar esa cifra? La respuesta no es sencilla.
Cualquier previsión roza la ciencia ficción porque la inmigración no es una tendencia lineal. No es algo que siempre suba. Porque ese aumento de inmigrantes que vive Euskadi en los últimos 25 años tuvo un bache. Entre 2012 y 2014 la cifra bajó debido a las consecuencias de la crisis económica. No había trabajo, sobre todo en sectores como la construcción, y Euskadi dejó de ser una tierra atractiva. O lo que es lo mismo, y recordando la reflexión de Gurrutxaga, ahora vienen inmigrantes porque a Euskadi le va bien. Como señala Julia Shershneva, de Ikuspegi, la llegada de personas de otros países «irá en aumento de forma paulatina» al ser un fenómeno en el que se mezcla «la desigualdad» con la búsqueda de «oportunidades para ganarse la vida».
Unai Martín, profesor de Sociología de la UPV/EHU y experto en demografía, lanza una reflexión. «El gran reto al que se enfrenta Euskadi es el relevo generacional. El problema no es que la gente se jubile, sino que no hay jóvenes». La pirámide poblacional que proyecta el Eustat para 2036, cuando menos, inquieta. La población mayor de 65 aumentará seis puntos, la de menos de 20 años bajará tres, lo mismo que la más productiva, la que se encuentra entre los 20 y 64 años. Y eso sólo se resolverá por los flujos migratorios.
Pero el debate que abrió Pradales iba un poco más allá. No hablar de si llegan o no inmigrantes, sino de qué tipo de inmigrantes llegan. Los datos del INE señalan que Euskadi exporta jóvenes preparados, con titulaciones superiores, e importa trabajadores de poca cualificación. ¿Se puede elegir quién viene?
«Una sociedad rica lo tiene fácil para atraer personas de otros países, pero otra cosa es que sean trabajadores cualificados. Esa es otra liga en la que juegan grandes ciudades y no tengo muy claro que Euskadi pueda competir porque debería cambiar muchas cosas de su estructura », añade Martín.
Aun así, la aportación laboral de los extranjeros no está en cuestión y su papel en ámbitos como los servicios y los cuidados es determinante para el funcionamiento de la economía de Euskadi. Los datos del Deustobarómetro no indican una especial alarma respecto a la emigración. Es la quinta preocupación, muy por detrás de la sanidad o la vivienda, pero algo empieza a asomar. Un 17% de los vascos la sitúa como uno de los principales problemas en Euskadi, y la gráfica va subiendo.
Jesús Prieto Mendaza, antropólogo y buen conocedor de los fenómenos migratorios, es de los que está convencido de que en Euskadi se han hecho muchas cosas bien en los últimos años y que «el 95% de las personas migrantes se integra perfectamente», pero también lanza una alerta contra el abuso «del discurso un tanto benéfico, 'disney', sobre inmigración». Porque con ella «vienen otras adherencias como la pobreza y la marginalidad que generan problemas».
En este sentido, recuerda que obviar que hay «una minoría» que puede generar «comportamientos antisociales» acaba siendo un error. Y añade: «La política de callar algunas cosas para evitar rumores ha terminado de empeorar la situación porque ha generado más rumores. La gente se pregunta por qué se ocultan cosas. Lo mejor es hablar, reflexionar, porque si no se genera un malestar social».
Y ahí es donde los partidos se han visto obligados a reaccionar. A las palabras del lehendakari siguieron las del portavoz del PNV en el Parlamento, Joseba Díez Antxustegi, abogando por una emigración «selectiva». Las dos declaraciones no fueron algo casual. El PNV de Aitor Esteban ha decidido endurecer sus discurso migratorio, recalcar que la «integración» de las personas que llegan del extranjero debe canalizarse siempre a través de la inserción laboral. Una idea que se resume en el principio de que «a Euskadi se viene a trabajar».
Hay quien ve en este acelerón una forma de evitar que en Euskadi aparezca algo parecido Aliança Catalana, la formación liderada por la alcaldesa de Ripoll cuyo discurso mezcla el antiislamismo con el independentismo. «En estos momentos creo que en Euskadi no existe el riesgo de que surja algo parecido, no hay mimbres para un discurso populista de extrema derecha», sostiene María Silvestre, directora del Deustobarómetro, quien en todo caso alerta: «Si un partido como el PNV introduce esta cuestión en la agenda política y mediática el riesgo de que se amplifique y distorsione es importante».
Lo que hay es, básicamente, un interés por atraer a un votante con un perfil muy determinado. De perfil conservador y que no acaba de asumir los cambios sociales que se están dando y la llegada de hábitos y modos de entender la vida muy diferentes a los tradicionales. Pero no es la única formación que quiere participar en esa carrera.
El PP vasco empezó a correrla antes. Los de Javier de Andrés están convencidos de que deben endurecer su relato porque es una cuestión que, iten, puede mover a una parte del electorado. De ahí que también se esfuercen en minusvalorar el giro del PNV y situarle «a la izquierda». Ambos coinciden en recalcar que, en realidad, sus propuestas son un antídoto para frenar el populismo y el auge de posiciones extremistas, llámese Vox.
Pero también las formaciones de izquierdas están a la espera de ver cómo la cuestión migratoria afecta a la realidad política, a sus potenciales votantes. Porque, como señala Julia Shershneva, de Ikuspegi, «Euskadi no es una burbuja». Y solo hace falta mirar lo que pasó en Portugal hace siete días. Chega, la formación de extrema derecha, subió en gran medida tras penetrar en terrenos históricos de la izquierda. Y no es una excepción. Lo mismo pasó hace ya años en Francia, donde el Frente Nacional se hizo fuerte en zonas donde había triunfado el Partido Comunista.
La «competencia por los mismos trabajos», en muchos casos precarios, por las ayudas sociales y las dificultades para acceder a la vivienda genera un terreno inestable en el que también se entremezclan cuestiones como el euskera o lo que las formaciones nacionalistas califican como «identidad nacional». Las declaraciones de Aitor Esteban en el Aberri asumiendo que quizás en el futuro pueda haber un lehendakari llamado Hassan generaron algún chispazo interno. Pero el debate está ahí, y también EH Bildu lo tiene sobre la mesa. Esta misma semana, Arnaldo Otegi aseguró que «vasco y vasca es todo aquel que viene a Euskal Herria, trabaja en Euskal Herria, vende su fuerza de trabajo en Euskal Herria» y, añadió, «quiere ser vasco o vasca».
«Lo que hay que construir es un concepto fuerte de ciudadanía, inclusivo, que convierta a los que llegan en ciudadanos de pleno derecho», subraya Gurrutxaga, quien pone un ejemplo anecdótico –o no– de por dónde puede ir la futura Euskadi. «Ver a Maroan (el jugador del Athletic), nacido aquí, de padres marroquíes, educado en ikastola y hablando euskera. Claro que habrá conflictos, ¿y cuándo no los ha habido? Es que algunos se piensan que esto ha sido antes una arcadia».
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