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Dice mi amiga Gloria que a los ricos les tiene que dar más pena morirse. No estoy segura. Es una reflexión interesante, pero llena de ... matices y aristas que podrían llevarnos a lugares insospechados. Por acotar el terreno, yo creo que no se trata de ser rico o pobre, sino de qué manera matas el tiempo hasta que te mueres. Recuerda que palmarla es la única contingencia que tienes asegurada. Por algo Tita Cervera, una rica de postín donde las haya, siempre se queja de lo mismo. «Lo más caro del mundo es el tiempo», repite apesadumbrada. Si lo sabrá ella mejor que tú y que yo. Haz caso de la voz de la experiencia, tío.
Llegados a este punto, a veces parece que el rico tiene todo el pescao vendido y solo le importa mantener su riqueza. Como si le faltaran alicientes y hubiera perdido la ilusión. Tú dirás, tararí que te vi. Un rico es insaciable y si tiene mucho, quiere más. De acuerdo, pero eso se llama ambición codiciosa. Ya sabes que Dios y la UCO castigan la codicia. Tampoco es lo mismo ambición que ilusión. Llámame ilusa, un pobre nunca pierde la ilusión de ser rico y piensa que lo bueno se hace esperar. No sé a dónde me lleva esta disquisición metafísica. Pero siguiendo mi argumentario, yo misma debería ser más comprensiva con Ábalos, Koldo y todos los presuntos codiciosos que en el mundo han sido ¿Y si en el fondo solo fueran unos utópicos ilusos y soñadores? Ya lo decía Julito Iglesias. Soy un truhán, soy un señor ¡Hey! Pues eso.
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