Tengo FOMO. Se lo explicaba a una amiga que no lo sufre y ni conocía el término. La primera vez hay que escribirlo con mayúsculas, ... son las siglas de Fear Of Missing Out (FOMO) pero en adelante le denominaremos fomo o «miedo a perderte cosas interesantes, actuales, modernas, seductoras...». Ejemplo: lo viví a tope el domingo en una feria de brocante y cacharreríos varios. No podía dejar de mirar cada puesto y había cientos. ¿Y si se me pasa el frasco modernista más barato y mono de mi vida? ¿Y si no llego a ver ese platito verde descascarillado tan ideal?

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El fomo va a más con la edad porque te ves con menos tiempo para verlo, oírlo, leerlo y olerlo todo. Te da fomo no tener una de las 600.000 entradas, ya agotadas, para ver a Bad Bunny; te da cosa no haber estado en la histórica despedida a Imanol en Anoeta o no haber visto Eurovisión y no haber despotricado suficientemente por las trampas del televoto a Israel.

Tengo que espabilarme porque estoy muy ajena al mundo del «café de especialidad» y casi no distingo el ice latte, del flat white y del espresso con panna. Todo empezó cuando me afearon la petición de un descafeinado. Pero el último fomo me trastorna más: me acerqué muy poco a alguna de las 17 ediciones vividas por el festival The Dock of the Bay y resulta que desaparece. Y ahora, va muy en serio: ¿cómo no le hice caso a un certamen con un buen programa de cine documental musical y un nombre tan molón como 'El Muelle de la Bahía'?

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