Endeudemos América otra vez
El oficio de vivir ·
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El oficio de vivir ·
Hipotecados hasta las cejas, somos como el torero retirado que contaba D'Ors, que pasaba el día sentado al fresco echándose embustes a sí mismoPuede que una mirada al contador de la deuda pública estadounidense, actualizada al segundo en la web www.usdebtclock.org, ayude a entender mejor lo ... que está pasando. Ahora mismo se encuentra en los 36,5 billones de dólares. Es el doble de lo que la gran potencia debía hace diez años y duplica a la deuda china (con una población cuatro veces mayor que la de USA). Cantidad literalmente 'estratosférica': si se apilara en billetes de 100 dólares uno encima de otro, la columna llegaría hasta esa capa de la atmósfera, la estratosfera.
A esto debe sumarse la deuda privada, que es aún mayor (con un promedio de 105.000 dólares por ciudadano). En un país donde todo el mundo vive a golpe de tarjeta de crédito, la cosa tiene difícil solución mientras perdure la 'doctrina Bush': «El modo de vida americano es innegociable».
El desmelene comenzó en los años de Reagan, bajo cuyo mandato los números rojos del Estado se triplicaron. Sus políticas neoliberales dejaron a las clases medias económicamente empantanadas, y lo que viene ahora no parece que vaya a ser distinto. Porque una prosperidad sostenida demanda inversiones educativas, sociales y medioambientales que beneficien a todos, justo lo contrario de lo que el gobierno de ultrarricos tiene en proyecto.
«La realidad es que los Estados Unidos están a punto de perder el control sobre el mundo y los arrebatos de Trump no podrán evitarlo», afirma el economista Thomas Piketty. China ya le pisa los talones en generación de riqueza, y no parece lejano el día en que le superará. Asistiremos a una pérdida paulatina de su capacidad de influencia, desconexión que se acelerará si el yanqui se enroca en una postura arrogante, neocolonial y agresiva.
El menos sorprendido por todo esto hubiera sido el presidente François Mitterrand, quien en sus últimos días dejó una declaración estupefaciente: «La gente no lo sabe, pero estamos en guerra con Estados Unidos. Sí, una guerra permanente, una guerra vital, una guerra económica, una guerra sin muerte aparentemente y, sin embargo, una guerra a muerte».
Una guerra entre aristócratas arruinados, dado que también en Europa los pasivos se acumulan a velocidad de vértigo: hipotecados hasta las cejas, somos como el torero retirado que contaba D'Ors, que pasaba el día sentado al fresco echándose embustes a sí mismo.
(En el tiempo que ha empleado en leer esta columna, el contador de la deuda indica que la de Estados Unidos ha aumentado en casi seis millones, y la de España en 442.198 dólares.)
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