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Vuelven a avanzar las agujas del reloj de Ander Barrenetxea. El tiempo se detuvo para él en el minuto 5 del partido contra el Alavés en Mendizorrotza, disputado el pasado 2 de enero. Siete meses después, el donostiarra volvió a sentirse futbolista ayer en Bournemouth. Una expresión repetida hasta la saciedad en una situación como la suya, pero que capta con precisión la sensación que experimentan los jugadores cuando vuelven a enfrentarse a un rival por muy amistoso que sea.
El canterano ha tenido que lidiar contra un contrincante más peligroso que los que tuvo que esquivar ayer. Uno que no te pone la zancadilla, ni te mete el cuerpo, pero que no lo ves y te rompe por dentro. «Una lesión fea», según Imanol, en el muslo izquierdo, que le dejó de un día para otro sin temporada y con la necesidad de tener que acudir al quirófano de una clínica finlandesa.
Una recuperación de más de medio año de duración y Barrenetxea ha vuelto. Y no es el mismo. Más musculado y con el dorsal 7 en la espalda, el donostiarra quiere reivindicarse como un futbolista transformado. Vuelve del infierno como un hombre. La bisoñez del número 22 ha quedado carbonizada en los duros días de entrenamiento en solitario, en las agotadoras jornadas de gimnasio en Zubieta y en las tardes viendo por televisión a sus compañeros jugar en Leipzig o Elche. Eso es historia.
Tuvo que aplacar sus deseos de arrancar la pretemporada con el grupo y se ejercitó a un ritmo menor para no correr riesgos. El plan se ha cumplido sin complicaciones y ayer pudo volver a vestir el uniforme de partido. Imanol aprovechó un cambio múltiple en el minuto 64 para darle entrada y casi sin digerirlo aún, ya participaba en una jugada de estrategia a la salida de un córner.
El técnico oriotarra lo colocó en el costado izquierdo, donde mejor ha rendido hasta la fecha. Compañero de carril de Rico, el propio burgalés le asistió en una cabalgada por dentro que no acabó en gol por culpa de una parada sensacional del guardameta Travers. Hubiera sido el retorno perfecto, pero sirvió también como confirmación de que Imanol cuenta desde ya con un efectivo más en ataque.
Implicado en la presión alta al rival sin balón, el donostiarra no rehuyó del cuerpo a cuerpo contra un adversario eminentemente físico. El tiempo se detuvo, no habían pasado siete meses. Barrenetxea es realidad.
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