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Hamari Traoré merecía ser el protagonista de este seguimiento por sus doce segundos desde que salió del terreno de juego hasta que se sentó ... en el banquillo. Su expresividad cuando fue sustituido en el minuto 61 por Aramburu es palmaria. El puntapié que da a la caja de material, la rabia quitándose la camiseta, las manos tapándose la cara. Todo eso es el sentimiento actual de los realistas. Cabreados porque no sale nada. Y eso que no mereció perder ayer la Real por mucho que en varias fases del encuentro desesperaran a niños y mayores. A furibundos hinchas y a simpatizantes fugaces.
No fue un buen partido de Traoré, su enfado resume el ánimo de todos los realzales. Hablemos pues de Mikel Oyarzabal, quien estuvo más cerca del gol. Ese compañero que nos ha dado la espalda durante esta temporada porque, como me recordaban nada más terminar el partido, en 18 de 36 partidos ligueros, el equipo blanquiazul no ha conseguido marcar. Demasiado.
Su mapa de calor Oyarzabal se movió por todo el frente de ataque para ofrecerse y desmarcarse, siempre buscando la mejor posición, pero el gol le fue esquivo.
Al capitán le abandonó su mejor amigo. No le devolvió la llamada ni le contestó al whastapp. Y eso que insistió para meter a la Real en el partido. Quedan dos encuentros para hacer los famosos balances pero nos podemos anticipar: a Oyarzabal le ha faltado un socio. Demasiado solo muchas veces. Demasiado lejos de los dos extremos. Hasta Batman ha necesitado a Robin.
Oyarzabal va a acabar la temporada como pichichi del equipo. Más por insistencia que brillantez. La que faltó ante el Celta para darle la vuelta a un partido que se puso cuesta arriba en la primera mitad. Dos cabezazos y un chut fueron los disparos que intentó el capitán para poner las tablas.
El primero, en la primera mitad, se fue fuera; y el que más cerca estuvo del gol fue su segundo intento. Fue como un 'déjà vú', porque Aihen se cambió el balón a su pierna no natural y centró con la derecha al más puro estilo Carlos Martínez. El balón llegó a la cabeza, no de Agirretxe, sino de Oyarzabal que lo conectó y se fue al larguero. Había superado a Guaita, pero la madera evitó que hubiera remontada.
La Real buscó en la jornada 36 una remontada. Algo que no ha podido hacer en esta temporada. De 17 veces que ha comenzado perdiendo, en quince no pudieron darle la vuelta y en dos llegó solo al empate. Y antes de ser sustituido, Oyarzabal quiso borrar esa estadística o marcar el camino para ello, y en un envío desde la derecha no logró concretar el balón hacia portería. Como Traoré, se tapó la cara cuando fue cambiado. El banquillo volvió a ser un funeral.
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