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Vídeo: La protesta de ayer. Foto: El hostelero Jon Sánchez, impulsor de la cacerolada, en el centro, junto a varios vecinos a la hora señalada, las 20.00. Arizmendi
Delincuencia

Vecinos de Egia: «Que hagan algo, nos tienen atemorizados»

Vecinos y comerciantes de este barrio de San Sebastián han convocado todas las tardes una cacerolada para protestar contra la violencia que atribuyen a grupos de jóvenes magrebíes

Alfonso Cobeta

San Sebastián

Miércoles, 10 de noviembre 2021

«Ya está bien, que hagan algo pronto, nos tienen atemorizados», claman vecinos y comerciantes del barrio donostiarra de Egia, que llevan sufriendo desde hace tiempo actos de delincuencia, agudizados estos últimos días, que están perturbando su rutina diaria. La inseguridad se está extendiendo, especialmente a partir de las nueve de la noche, cuentan. Robos de móviles o monederos con violencia, agresiones a personas mayores, atracos a tiendas... que atribuyen a grupos de jóvenes magrebíes. Las zonas 'calientes' son los aledaños de la torre de Atocha, Duque de Mandas, Tabakalera, las estaciones de bus y tren cercanas, y el paseo de Mundaiz.

La primera reacción de denuncia y queja, aún a pequeña escala, ha sido convocar desde el pasado martes, todas las tardes a las 20.00 horas, una cacerolada. La iniciativa ha partido de Jon Sánchez y David Hernández, responsables de la Taberna Kaioa, en Duque de Mandas, que están padeciendo un día sí y otro también los acosos y ataques de los delincuentes. «Hay que parar esto, nos tienen amedrentados. Estamos a la espera de solicitar un permiso al Ayuntamiento de San Sebastián para poder concentrarnos y protestar cuántos más, mejor. Por ahora hemos avisado a los vecinos por medio de papeles en los portales para que metan ruido desde sus casas hasta que podamos protestar en la calle», asegura David. 'Cacerolada por un barrio + seguro. Egiaselevanta', reza el cartel.

Este miércoles, en la segunda convocatoria, se juntaron en torno al bar unas cuarenta personas para dar visibilidad a la preocupante situación y denunciar la inseguirdad en el barrio. La cacerolada -atronaron con lo que tenían encima, vasos platos, sartenes, etc.,- tuvo eco, el ruido se extendió durante unos diez minutos. Los vecinos se están sensibilizando, y a buen seguro que los asistentes irán en aumento a partir de ahora.

«Me siento indefensa»

A Flor, una joven dependienta de la frutería Oreka, le apenó no poder acudir a la concentración ya que a las 20.00 h. tenía que atender el negocio. «Vivo amedrentada, me entran a la tienda y me escupen, me empujan y me roban la fruta, se llevan piñas y mangos, y licores. Alguna vez he perseguido a alguno y me dicen que soy una valiente, pero tengo miedo. Me siento indefensa. De día la cosa está tranquila. Es a partir de la nueve de la noche, cuando hay menos gente en la calle, cuando más atacan. Además, cuando cierro la frutería y vuelvo a mi casa de noche ya me he encontrado con ellos en la pasarela peatonal que acaban de instalar por el cierre del pasadizo y salgo corriendo. Me increpan pero hasta ahora he tenido suerte», cuenta.

Flor afirma que les tienen controlados. «Son dos grupos de chicos magrebíes, algunos ya mayores. Les dan de comer en un centro del barrio. Se pegan entre ellos, sulen estar bebidos, vagan todo el día por ahí. Hace poco tiraron al suelo a una mujer mayor y la robaron el monedero. A otro hombre le llevaron el móvil, y así a diario», se lamenta.

Una mujer se suma a la protesta desde su casa cacerola en mano. Arizmendi

Mientras este periodista cubría el reportaje por la tarde, varios coches de la Ertzaintza patrullaban la 'zona peligrosa', la misma por la que en ese momento campaban a sus anchas los supuestos delincuentes, reconocidos por los afectados. Vecinos de la zona formaban corrillos con el tema de la inseguridad como conversación. «Ni la Policía puede con ellos, los agentes hacen lo que está en su mano pero se burlan de ellos. Son menas que ni estudian ni trabajan. Están todo el día merodeando por las calles, sin control. Les dan cama y comida y viven bien. ¿Por qué no les ocupan en algo?, que les enseñen un oficio. Este asunto no tiene fácil solución pero la realidad es que vivimos atemorizados», se queja Jesús Vitoria.

Javier Docampo, a su lado, apunta que aún no ha ocurrido nada grave pero teme que pueda pasar. «Lo de la nueva pasarela peatonal ha complicado la situación. Antes en el pasadizo había cámaras y luz pero la pasarela está muy oscura de noche y tememos por nuestras hijas o hijos y nuestras mujeres», denuncia.

Las protestas, en forma de cacecerolas, ya han comenzado. Pero vecinos y comerciantes piden más acción política y policial. «Que hagan algo, queremos vivir tranquilos», claman.

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