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La actriz Esperanza Roy en un fotograma de la película 'La monja alférez'.
El Orgullo en el cine vasco

El desafío del cine vasco a la visibilidad LGTBIQA+

La industria vasca ha sido y es pionera en abordar argumentos y personajes del colectivo. Hacemos un repaso de las películas más destacadas

Iker Elduayen

Domingo, 7 de julio 2024, 02:00

Tanto el cine europeo como el americano se llevan la palma estos días que las recomendaciones de películas LGTBIQA+ están al alza. Bueno, el cine español también tiene su aquel, destacando la filmografía al completo de Pedro Almodóvar, los últimos proyectos de los Javis o algunas cintas concretas que han abordado dicha temática. No obstante, existe una selección de cintas, marca Euskadi, que hicieron escuela mucho antes de que las actuales ficciones marcasen tendencia, elaborando tramas y guiones más auténticos y personajes más ricos. La industria vasca resultó ser un fenómeno en la década de los ochenta y noventa y brilla con luz propia en lo que a cine queer respecta.

El zarauztarra Eloy de la Iglesia fue el primer cineasta vasco que, abiertamente, se declaró homosexual, lo que hizo que construyese su propia identidad. Trasladó su particular mirada a su narrativa y estética cinematográfica. De ahí que en plena Transición contase historias tan atrevidas como la de un banquero enamorado de un suburbial joven ('Los placeres ocultos', 1977) o la de un diputado de izquierdas que se encandilaba de barbilampiños ('El diputado', 1978). Resulta innegable la valentía del realizador a la hora de abordar realidades intratables hasta el momento. «Su cine desprendía morbo y 'tosquedad'. Se explotó desde lo comercial porque el sexo y la violencia vendían, pero con el paso del tiempo, uno se da cuenta de que su cine tenía un trasfondo político y crítico que merece la pena tener en cuenta», explica Josemi Beltrán, responsable de la Unidad de Cine de Donostia Kultura y director del Festival de Cine de Derechos Humanos sobre sus títulos. Beltrán destaca del de Zarautz «su honestidad y valentía» a la hora de abordar las tramas de sus películas.

De dicha década también es reseñable 'Un hombre llamado Flor de Otoño' (1978) de Pedro Olea, cinta en la que José Sacristán, un abogado de familia bien, vivía su homosexualidad con total naturalidad mientras se dedicaba al espectáculo folclórico por la noche. Su trabajo le valió la Concha de Plata a Mejor Actor en el Zinemaldia de ese año. «Son películas clásicas, pero que, lejos de seguir utilizando el tópico de 'mariquita', sensibilizaban con las diversidades», aporta el responsable de DK.

Las claves

  • 'El diputado': «Se explotó en lo comercial, pero merece la pena tenerla en cuenta por su alto contenido crítico»

  • 'Ander': «Supuso una apertura. Salió de la normatividad y plasmó, a través de la ficción, la diversidad»

  • '20.000 especies de abejas': «Lo ha cambiado todo. Sin ningún ápice de morbo ha servido para acercarse a la realidad trans»

Javier Aguirre, director de culto y también originario de Gipuzkoa, fue un gran precursor en lo que a nuevas tramas se refiere. Hizo de su segunda mujer, Esperanza Roy, una de las actrices más atrevidas del momento, logrando que la vedette llegase, por sus interpretaciones y activismo, a ser una abanderada del colectivo. Él rescató la historia de Catalina de Erauso, la monja donostiarra del siglo XVI que vivió buena parte de su vida como hombre, llegando a batallar como soldado en América. Roy encarnó fielmente a la guerrillera religiosa que, debido a la época, nunca se supo si se trataba de una experiencia transexual o una cuestión de travestismo por supervivencia. La película se estrenó en el Festival de San Sebastián de 1986, pero pese a su grandilocuente y costosa producción, no obtuvo la acogida esperada por parte del público.

Las nuevas generaciones

«Hablamos de clásicos que con el paso del tiempo han acabado convirtiéndose en referentes», destaca Alaitz Arenzana, directora de Zinegoak, festival que siempre ha tratado de impulsar la ficción LGTBIQA+. Desde su Informe sobre identidad sexual y diversidad de género en el audiovisual vasco contemporáneo, hablan de ficciones clave como 'Goenkale' o 'Goazen'. «Añadiría también la obra del donostiarra Ivan Zulueta y ese clásico fundamental suyo que es 'Arrebato' (1979), que tiene una mirada diferente», destaca Beltrán.

Roberto Castón estrenó en 2009 'Ander', la primera película vasca que hablaba de una relación homosexual en un entorno rural, «un escenario en el que también puede haber gays y lesbianas», según dijo el propio realizador. El que un casero gay (Josean Bengoetxea) tuviese relaciones sexuales con su empleado (Christian Esquivel) supuso un paso más en lo que a normalizar realidades se refiere. «Supuso una apertura en ese aspecto. Salió de la normatividad y plasmó, a través de la ficción, la diversidad», concluye la también cineasta al frente del festival internacional de cine LGBTIQA+.

'80 egunean' (2010) es otra película determinante. De Jon Garaño y José Mari Goenaga, la cinta no tardó en convertirse en una referencia para ilustrar una relación lésbica de mujeres maduras desde la más absoluta naturalidad. Incluso los propios cineastas se preguntaban el porqué nadie había retratado aún la relaciones de mujeres veteranas. Itziar Aizpuru y Mariasun Pagoaga, a las que muchos confundieron con ser realmente pareja en la vida real, fueron las protagonistas. Aizpuru, felizmente casada en la película, se reencontraba con su viejo amor de infancia, y equiparó su personaje con un papel a la altura de la mismísima Katharine Hepburn. «El film es un bellísimo ejemplo de sensibilidad», opina al respecto Beltrán, quien considera que la cinta de 'los Moriarti' merece un mayor reconocimiento: «El tiempo la pondrá en su sitio». Menciona, como punto antagónico («no tienen absolutamente nada que ver») la película del también vasco Julio Medem, 'Habitación en Roma', con Elena Anaya a la cabeza.

«Sin duda, '20.000 especies de abejas' lo ha cambiado todo», continúa Beltrán. La película de Estíbaliz Urresola, internacionalmente reconocida, se convierte en la primera cinta vasca en hablar de transexualidad en la infancia. Sofía Otero, interpretando a Cocó, que con ocho años, se da cuenta de que no encaja con que su entorno le denominé Aitor, se hizo con el Oso de Plata en la Berlinale. «La película, sin ningún ápice de morbo hace que el acercamiento a la realidad trans sensibilice y haya servido para allanar camino», señalan desde Zinegoak.

«Ojalá vengan más jóvenes miradas, cineastas con otras identidades, que pisen fuerte y nos cuenten más realidades del colectivo», afirma Beltrán acerca del futuro del cine vasco que, como industria, tiene mucho que hacer «Aún queda incorporar en las actuales narrativas la diversidad y el retrato de las nuevas realidades, salirse de la normativa de los cuerpos y tratar de contar historias lo más diversas», reflexiona Arenzana, que espera de las historias vascas «más implicación en plasmar la diversidad».

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