No es una broma

El domingo volverá a la competición en la Vuelta a Suiza Tom Dumoulin, que a principios de año decidió tomarse un descanso y alejarse del ciclismo para reflexionar sobre su futuro. En su caso, el paréntesis le ha permitido encontrar los motivos para volver. Son dos ejemplos de ahora mismo, pero hay muchos más y las reacciones a cada caso demuestran que existe un largo camino por recorrer.

La de los Nadal, Rafael y su tío Toni, no han sido muy comprensivas con la tenista japonesa –al revés que las de Djokovic, Serena Williams, Navratilova, Stephen Curry o Lewis Hamilton, entre otros–, pero tampoco todo el mundo estuvo a la altura cuando hace pocos días Iñigo Martínez renunció a jugar la Eurocopa de fútbol al no encontrarse al 100% «ni física, ni mentalmente». Como debe ser, no ha trascendido cuál es el problema que sufre, pero nadie toma una decisión así por capricho y la rivalidad no tiene espacio cuando sucede un problema de este tipo. La única respuesta posible es la solidaridad y ofrecer ayuda.

La alta competición es cruel y, como en la sociedad en general, la salud mental es un problema que sigue siendo tabú en muchos aspectos, aunque en los últimos años se está mejorando mucho. El problema no entiende de resultados. Osaka es la dos del mundo. Aunque haya fallado esta semana, Nadal reconoció problemas de ansiedad en 2015, en la cima de carrera. Los sufrió Andrés Iniesta. Ahora mismo los padece Michael Phelps. El ciclista Miguel Ángel López, Edurne Pasaban...

Pero el problema también está, aún más oculto, en el camino a la élite. El brutal proceso de selección que exige deja a muchos por el camino. También sucede después de retirarse. No es ninguna broma y el deporte del siglo XXI tiene que afrontarlo. Hay mucho que mejorar.