Sesenta años de baile
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El boxeo cubano levanta el veto que decretó Fidel Castro en 1962 y sus mejores púgiles abrazarán el profesionalismoSesenta años después de que Fidel Castro decidiera en 1962 que el boxeo cubano no podía estar ligado al dinero, cambia la historia. El noble arte de la isla se abre al profesionalismo, en una decisión con rasgos históricos. La federación ha llegado a un acuerdo con la promotora mexicana Golden Ring para que los mejores púgiles den el salto a partir de mayo. El 80% de las ganancias serán para los deportistas y el 20%, para los técnicos, médicos y federación.
La decisión quiebra un mito, pero hacer una lectura política puede ser apresurado. Quizá tenga menos que ver con el mito de que entran aires de libertad en la isla que con el hecho de que el boxeo desaparecerá del programa olímpico en Los Ángeles 2028.
La gloria olímpica ha sido la razón de ser del boxeo cubano, que acumula 78 medallas, 41 de oro. Los primeros combates se disputaron en la isla a principios del siglo XX, como reclamo para los ricos turistas estadounidenses. Antes de la revolución, en 1959, Cuba no había ganado ninguna medalla olímpica, pero era una potencia, con figuras de la talla de Eligio 'Kid Chocolate' Sardinas, Gerardo 'Kid Gavilán' González o Benny Paret. Quizá el más grande fue José Nápoles, 'Mantequilla', que tras el triunfo de la revolución se exilió en México. Fue campeón mundial del peso welter entre 1969 y 1976. Subió a los medios y Carlos Monzón le hizo ver su error.
La revolución del boxeo cubano, sin embargo, estaba en marcha dentro de la isla. En diez años, para 1968, se había levantado un modelo irrepetible y triunfal. Y con un estilo, bailado, inimitable. Se introdujo en la escuelas y se creó un centro nacional a los mandos de un entrenador soviético, Andrei Chervonenko, cuya mano derecha era el legendario Alcides Sagarra. La técnica lo era todo. Danza más que golpes. Primeras medallas olímpicas en México 1968, en una serie que se convertiría en infinita. Tres oros en Múnich 1972 y aparición del más grande entre los grandes: Teófilo Stevenson.
Destrozó al estadounidense Bobick y los promotores yankis le pusieron encima de la mesa un millón de dólares por pasar a profesionales y cinco por medirse a Muhammad Ali. «¿Para qué quiero cinco millones si tengo el amor de ocho millones de cubanos?», fue su respuesta. Stevenson ganaría también el oro en 1976 y 1980. En 1985 se le acercó un joven insolente, que le retó. Era Félix Savón, al que mandó a la lona por la vía rápida y le dio un consejo: «Si el león está despierto, no se juega con la cadena». Savón sería campeón olímpico en 1992, 1996 y 2000.
El gran poema romántico del boxeo amateur toca a su fin. Han sido sesenta años de baile.
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