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Es algo que repiten los expertos que acostumbran a tratar con víctimas de violencia de género: son mujeres que viven una situación de vulnerabilidad, de ... baja autoestima acompañada, en muchos casos, de una dependencia emocional hacia un agresor, a pesar de que le ha destrozado la vida con agresiones físicas y/o maltrato psicológico. A menudo, además, se suma que existe una dependencia económica y que, no hay que olvidar, son los padres de sus hijos. Por eso, los profesionales que atienden a estas mujeres no deben dejar pasar por alto esta circunstancia que puede llevar a que, estas víctimas, al poco tiempo de haber sufrido un episodio grave, interponer una denuncia y ser atendidas por los servicios sociales, comiencen a rechazar la protección. A veces, la percepción de que el peligro ha pasado es tal que, incluso, tratan de mantener encuentros con su agresor, olvidando que con ello ponen en riesgo de nuevo tanto su integridad como la de su hijo.
Tanto la Ertzaintza como la Justicia siguen investigando qué es lo que pudo fallar el pasado 21 de octubre, después de que una víctima de maltrato de 20 años y su bebé huyeran con su agresor de un centro de acogida para maltratadas de Donostialdea, de titularidad foral. La joven, pese a estar catalogada su situación en el mayor nivel de riesgo, había rechazado la escolta y su agresor no tenía pulsera de control. Ella y su crío siguen en paradero desconocido.
A raíz de esta noticia adelantada por DV, la Ertzain-tza ha decidido incrementar la protección de víctimas de maltrato que rechazan ser escoltadas, para evitar casos como el desvelado por este periódico o el ocurrido hace cinco meses, que terminó con el asesinato de una joven de Vitoria de 32 años en presencia de su hija de 3 por su expareja. Así lo anunció ayer el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka en el Parlamento Vasco. A partir de ahora, la Ertzaintza considerará que la falta de colaboración de la víctima está condicionada por su dependencia (emocional, económica, hijos e hijas, etc.) con el agresor. Por ello, cuando la víctima se muestre «reticente» a colaborar y/o facilite el acercamiento a su agresor, los agentes lo entenderán como un indicio de un mayor peligro para su integridad, sobre todo en aquellos casos calificados de riesgo mayor. La vulnerabilidad en que quedan las víctimas de maltrato exige que se revisen periódicamente los protocolos para que se minimicen los fallos que puedan poner en peligro su seguridad.
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