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Hace unas semanas Apple TV+ puso la maquinaria en marcha. Jon Hamm, el protagonista de la añorada 'Mad Men', a quien últimamente hemos visto más en labores de doblaje que otra cosa, regresaba al 'Saturday Night Live' como anfitrión y eso solo podía significar una cosa: tenía una nueva serie entre manos. En efecto, se llama 'Vicios ocultos' y es un pasatiempo disfrutable y entretenido, que no hará historia, pero sí se las ingenia para diseccionar las miserias de un mundo elitista y opulento. De hecho, la ficción lleva ya varias semanas instalada en el número uno de los contenidos de la plataforma.
En ella, Hamm encarna a Andrew Cooper, un tipo que despierta en el suelo de una enorme mansión, junto a un charco de sangre y un cadáver al que parecen haber descerrajado un tiro en la cara. Aturdido y nervioso, coge el amoniaco puro que encuentra bajo el fregadero de la casa y se afana en limpiar sus pisadas. Al salir al exterior, el sensor detecta su movimiento y las luces del patio se encienden, pillándolo desprevenido, y del susto pierde el equilibrio y cae a la piscina. Será entonces cuando la voz en off de Cooper, rompiendo la cuarta pared, se dirija al espectador, lamentando lo que su vida ha cambiado en los últimos cuatro meses. La ficción no volverá a este punto hasta pasados seis capítulos.
¿Y que sucedió hace cuatro meses? Cooper no pasa por un buen momento. Se acaba de divorciar de su esposa, Mel (Amanda Peet), con la que tiene una hija a punto de entrar en la universidad y un hijo en plena adolescencia. Tras 18 años de vida en común y una exitosa carrera profesional -tiene un Maserati y un enorme casoplón que se ha podido costear gracias a su trabajo en una empresa de finanzas-, un día llegó a casa y sorprendió a su pareja poniéndole los cuernos con Nick (Mark Tallman), el que hasta entonces era su mejor amigo, un exjugador de la NBA.
Así que ahí está Cooper, ahogando sus penas con un Macallan 25 -ya habrán ido viendo que es un tipo de gustos refinados- en una coctelería cerca de la oficina, cuando una joven que trabaja en su misma empresa le tira los trastos y acaban pasando la noche en la casa de alquiler donde trata de reconstruir su vida. Craso error. Pronto, el 'affaire' llegará a oídos de su jefe, que le pondrá de patitas en la calle, con una mano delante y otra detrás. Para colmo de males, se ve obligado a cuidar de su hermana, con problemas mentales, y mantener el tipo en las fiestas y eventos que organizan las amistades que Mel y él fueron cultivando en estas casi dos décadas de relación, en las que se topa una y otra vez con la feliz pareja.
Será en una de estas reuniones sociales cuando Cooper, agobiado por la imposibilidad de encontrar trabajo, atisbe una forma de ganarse la vida: ¿Y si roba a sus amigos y vecinos? De hecho, el título original de la serie es un mucho más sugerente 'Your Friends & Neighbors' ('Tus amigos y vecinos'. Al fin y al cabo, no solo conoce sus filias y fobias, sino también su agenda y buena parte de sus planes. Dinero relativamente fácil para mantener su imposible tren de vida: la educación de los suyos, el coche, la casa, los seguros...
Dinero, relojes, joyas y hasta obras de arte serán algunos de los objetos sustraiga Cooper, tras aprender los rudimentos del hurto en estupendos tutoriales de YouTube. Metido a ladrón de guante blanco, debe mantener las apariencias en su ostentoso universo mientras desciende a los bajos fondos de una ciudad como Nueva York para vender la mercancia y establecer nuevas relaciones con empleadas del hogar insatisfechas. Con unos diálogos chispeantes, unas interpretaciones a la altura y un estupendo ritmo, 'Vicios ocultos' bien puede asemejarse a esos programas de telerrealidad en los que personas acaudaladas, ya sean celebridades o no, muestran sus mansiones de lujo y sus caros hobbies, pero también unas personalidades a menudo mezquinas, despreocupadas y arrogantes. De hecho, una de las gracias de la ficción es que pocos personajes se salvan de ser unos cretinos y, por lo que sea, son los que nunca han tenido la vida resuelta.
Puñaladas traperas y relaciones tóxicas -ojo al papel de Olivia Munn como Samantha Levitt, la amante de ida y vuelta del protagonista- serán una constante en una serie que aborda asuntos como la insatisfacción constante, la salud mental o los problemas paternofiliales. Creada por Jonathan Tropper, responsable de la estupendas 'Warrior' y 'Banshee', la ficción se las ingenia además para salirse de un cauce que parece ya marcado desde el inicio, con capítulos como el sexto, donde de alguna manera detiene la narración, un punto de inflexión que encamina la historia hacia el interesante giro que acaba planteándose en el séptimo capítulo. Lo dicho, no hará historia, pero es un entretenimiento muy disfrutable.
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