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La temporada de la Real no va a tener un final tranquilo. No es que el descenso sea una preocupación real a día de hoy - ... los realistas tienen un margen de siete puntos con el Girona, primer equipo que ocupa los puestos de abajo-, pero lo cierto es que al parecer los resultados han dado definitivamente la espalda a los realistas. Pese a no jugar de manera brillante, la Real da la cara con lo que tiene y casi siempre acaba obteniendo menos de lo que debería.
Los hombres de Imanol Alguacil no merecieron perder anoche en Anoeta. De hecho, hicieron muchas cosas dignas de alabar. El técnico oriotarra tuvo que poner en liza un centro del campo inédito juntando a Merino, Sangalli y Pardo, y hay que destacar que el experimento no funcionó nada mal. El navarro, jugando como pivote más retrasado, actuó en una posición menos habitual en él y rindió bien. El papel de Sangalli tampoco desmereció en absoluto, perfilado como interior derecho pero aportando una movilidad infinita a los suyos. Cazorla solo estuvo a su altura en cuestión de estatura. Pardo fue un complemento válido en la media. El mencionado Cazorla, Fornals e Iborra jugaron siempre a la sombra del mediocampo donostiarra.
Con la batalla en el centro del campo ganada, la Real movió la pelota con inteligencia. Los guipuzcoanos supieron leer el sentido del juego e hicieron circular el balón en busca de espacios libres. Zaldua y Aihen en los costados fueron los apoyos necesarios para descongestionar las zonas con mayor tráfico. La Real, a través de envíos horizontales, tenía el control del partido. El problema fue que nunca encontró la verticalidad.
El conjunto blanquiazul no demostró verdadera ansia de gol ayer en Anoeta, y sin ese espíritu agresivo en ataque no pudo generar verdaderas ocasiones para anotar. Las rupturas de Juanmi no fueron correspondidas esta vez con envíos certeros. Todo lo bueno que hizo Oyarzabal en tres cuartos de campo fue repelido al borde del área del Villarreal. Y Willian José, que realizó una gran labor de espaldas a portería, se perdió entre tanto recorte y amago.
La Real no mereció perder, pero pagó cara su inexperiencia a la hora de la verdad. La derrota empaña todo el partido de los realistas, aunque no hay lectura más ventajista que la que solo se detiene en mirar el resultado.
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