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«Me ha impactado el gran comportamiento de los niños y niñas que estuvieron encerrados en el ascensor de Aldatze», señalaba ayer el bosnio Mehmo ... Mujanovic, de 1,95 metros de altura y 100 kilos de peso, una de las personas que permanecieron encerradas tres horas en el elevador público de Eibar a unos 20 metros de altura durante el apagón del lunes. Compartió experiencia junto a su nieta Mara, otros cinco niños y cuatro adultos, uno de ellos una mujer embarazada.
En un mediodía de fuerte calor permanecieron todos atrapados en un espacio mínimo. El apagón dejó el elevador detenido casi en la mitad del trayecto, sin posibilidad de salir por sus propios medios.
Abuelos, padres y madres, niños y niñas volvían del colegio Aldatze a sus casas cuando les sobrevino el apagón. «Sentimos un golpe seco y, de pronto, todo se detuvo. Al principio pensábamos que era algo puntual... pero no. Comenzamos todos a mandar mensajes por whatsapp a nuestros familiares y lo que parecía algo corto duró mucho tiempo», relata Mehmo, aún visiblemente afectado por la experiencia, ya que padece problemas de claustrofobia.
Lo que siguió fueron más de tres horas de momentos de tensión creciente. La temperatura dentro del ascensor comenzó a subir rápidamente y el aire empezó a escasear. El agobio se hizo palpable. Los más pequeños –todos de apenas 4 años–, rompieron a golpear el cristal en cuanto vieron a sus madres y familiares. «Fue el peor momento. Había que mantener la calma, sobre todo por ellos, y entretenerlos», cuenta Mehmo.
Fue entonces cuando el exjugador de balonmano de División de Honor, y otros progenitores asumieron un papel fundamental: entretener a los niños, calmar sus miedos y hacer que el tiempo pasara «con cuentos, juegos de palabras y canciones. Menos mal que se portaron muy bien mi nieta y los niños. No entendían qué estaba pasando, pero confiaban en nosotros», explica.
Desde el exterior, los bomberos trabajaban contra el reloj para intentar liberar a los atrapados. Según fuentes del cuerpo, la intervención se complicó debido al sistema hidráulico del ascensor y a la nivelación del equipamiento, lo que impidió un rescate inmediato. Los bomberos mantuvieron en todo momento o verbal con los atrapados a través del techo. «Nos pasaron botellas de agua por un hueco y explicaban cada paso que daban. Eso nos tranquilizó, recuerda.
El momento más emotivo llegó cuando, pasadas tres horas, los bomberos lograron abrir parcialmente el techo del ascensor. «En cuanto vi aquella luz desde arriba, supe que íbamos a salir. Fue como ver la esperanza. Los bomberos tuvieron una actitud muy positiva e hicieron un gran trabajo. La culpa la tuvo el apagón», relata con los ojos brillantes.
Finalmente, uno a uno, los atrapados fueron evacuados por el hueco superior, tirando los bomberos de la cuerda. A pesar del agotamiento y la deshidratación leve, todos se encontraban en buen estado de salud. Los niños ni tuvieron que ser atendidos los por servicios médicos. «La serenidad y la coordinación de los bomberos salvaron la situación. Agarrados con la cuerda fueron subiéndonos hasta el exterior felizmente», subraya el exinternacional bosnio.
El veterano jugador, afincado en Eibar desde 35 años, ha sido elogiado por su templanza y cariño hacia todos los niños. «Comprendían lo que ocurría. En el rato de cobertura telefónica llamamos a la Policía Municipal y ellos a los bomberos, con lo que nos tranquilizamos mucho».
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